Eterno Retorno

Thursday, April 29, 2004

A lo largo de mi vida, he leído más libros de historia que literatura de ficción. Desde que era niño tengo una natural afición, por no decir adicción, a la historia de México. Sin embargo, siempre he puesto ciertas reservas a los historiadores que se van por la libre. Se me hace el equivalente a reporteros que vuelan la nota. Los libros de historia que más me gustan, son los escritos por historiadores militares. Para entender las guerras (que no la política y los conflictos sociales) nada mejor que esos generales transformados en historiadores como Fernando Orozco Linares o Luis Garfías Magaña. Sí, no les pidas que hablen de Tlatelolco, pero para hablar de la Intervención Francesa de 1862- 1867 o la Intervención Norteamericana de 1846-1848, nada mejor que sus partes de batalla, con cifras de armamento utilizado, estrategias, formaciones de combate y número de bajas. Siento un respeto sacramental por la obra de Don José Fuentes Mares, he de confesarlo, quien siendo yo un niño me regaló, con todo y autógrafo, su libro Juárez y los Estados Unidos. No soy un gran aficionado a los historiadores en extremo académicos, llámese mi tocayo Cosio Villegas o Lucas Alamán, pero reconozco que son la fuente de fuentes. En 1986, una amiga de mi madre me regaló México Negro de Francisco Martín Moreno. Martín Moreno no es un historiador, aclaro, pero sabe disfrutar y hacer disfrutar la historia. Ahora cayó en mis manos Las grandes traiciones de México. Ahí va la reseña... (chale, ya empezó este cabrón otra vez con sus pinches reseñas dirá con toda justicia el improbable lector)

Pasos de Gutenberg

Por Daniel Salinas Basave

Tal vez para los devotos de la historiografía ortodoxa, Francisco Martín Moreno sea un impostor cuya obra carece del más mínimo rigor académico.
Martín Moreno escribe sobre historia de México y lo que es más sorprendente, es que ha logrado interesar a un gran público en el tema, algo atípico e improbable en este país de no lectores.
Ciertamente, este abogado capitalino no es precisamente un fanático de la metodología de trabajo e investigación que siguieron historiadores clásicos como Luis González o Daniel Cosío Villegas, aunque sí tiene el cuidado de citar fuentes bibliográficas.
Digamos que sin ser un tergiversador, el autor se concede un exceso de licencias literarias en un terreno que para algunos debe estar regido por la minuciosa objetividad de un investigador.
Luego del gran éxito que significó México negro, una sui generis versión en la que la ambición por el petróleo se convierte en el móvil que desencadena la Revolución y su millón de muertos, Martín Moreno siguió apostando a una fórmula que no sería correcto llamar novela histórica, sino más bien historia novelada.
Las grandes traiciones de México es un interesante ejercicio que según confiesa el autor, le costó realizar, dado que el tema es harto repetitivo en nuestra historia.
En un país donde los grandes episodios y conflictos nacionales han estado enmarcados y han sido en ocasiones resueltos por la traición, no resulta empresa fácil hace una selección de las traiciones más ruines y bajas.
Vaya, la historia nacional es rica en émulos de Judas y los incluidos por Moreno, él mismo lo confiesa, son sólo unos cuantos.
De entrada, para empezar a leer a Martín Moreno, es necesario tener en cuenta que ante todo estamos frente un novelista que ha leído muchos libros de historia, pero cuyas palabras no deben ser tomadas como verdades, si es que aún hay quien puede creer que se puede aspirar a un 100% de objetividad cuando se habla de un hecho histórico.
A diferencia de lo que sucede en anteriores novelas, en Las grandes traiciones de México no aparecen personajes ficticios, pero sí hay lugar a hechos, diálogos y situaciones en las que se ven involucrados personajes históricos y que no aparecen en la historia oficial.
Para abrir boca, Moreno nos cuenta la historia de una traición romántica, a cargo de María Ignacia “La Güera” Rodríguez, quien confabulada con su amante, el futuro emperador Agustín de Iturbide, quiso conviertirse en emperatriz de México, lo cual incluía, deshacerse de la legítima esposa del “Dragón de Valladolid”.
Para cerrar, el narrador por la que es tal vez la más vil de las traiciones de la historia mexicana y tal vez la más conocida, a cargo de Victoriano Huerta, non plus ultra de los traidores nacionales, quien envío a la muerte artera al presidente Francisco I. Madero y José María Pino Suárez.
En medio, nos encontramos con la traición de Jesús Guajardo a Emiliano Zapata, los mil y un desvaríos de Antonio López de Santa Anna, Álvaro Obregón, traidor y traicionado y el extraño caso de Oliveria del Pozo, La Carambada, la mujer que habría envenenado a Benito Juárez.
Llama la atención la cantidad de adjetivos que utiliza Moreno y la forma en que como narrador se involucra en la obra, circunstancia que si bien resta una no solicitada objetividad, agrega dosis de intensidad a los relatos.
También se permite emitir cuestionamientos que ponen en entredicho las liturgias sagradas de la historia patria, como cuando señala la apatía absoluta con que el pueblo mexicano se tomó la invasión de Estados Unidos en 1847.
Como sea, lo cierto es que la fórmula de Moreno logra atrapar al lector en sus páginas y lo motiva al fuerte cuestionamiento de algunos hechos históricos.
Tal vez para un pueblo tan desinteresado en su historia como es el mexicano, naturalmente alérgico a los ladrillos académicos de los historiadores serios, la solución sean narradores como Moreno, que sin prostituir el sentido del hecho histórico, logran hacer de él una anécdota más interesante que el más alucinado relato de ficción.

Las grandes traiciones de México
Francisco Martín Moreno
Planeta