La reina del Sur
Dado que una colega bloguita llamada Ana Mora está por iniciar la lectura de una bazofia de libro, me permito meterme en lo que no me importa y emitir una serie de comentarios sobre el mismo, toda vez que otro colega bloguita, Julio Sueco, lo ha leído y para mi enorme sorpresa, le ha gustado. Se trata de La reina del Sur de Arturo Pérez Reverte.
Pa que es más que la pura verdad y pa andarnos sin rodeos, La reina del Sur es un libro malo. Un intento fallido que nomás no salió. Todos cometemos errores en nuestro trabajo y a veces la que creemos será nuestra obra de arte, resulta ser un bodrio. Eso le pasó a Pérez Reverte. Teresa Mendoza es un mal chiste. De parecer una heroína de película chafa de Hollywood interpretada por Salma Hayek, acaba por resultar en las últimas páginas como un personaje de video-juego o una chica de comix de manga. Su lenguaje es un mal logrado híbrido de sinaloense con India María y su psicología carece del más mínimo soporte literario. Ya no digamos su veracidad, que está al nivel de una caricatura. Sí, ya se que la veracidad no es requisito para un personaje literario (eso déjenlo para nosotros, aunque algunos de los personajes de mis notas periodísticas no son tan veraces) pero lo peor del caso, es que Pérez Reverte pretende hacernos creer que hay alguna dosis de historia real en su “revelador” libro. Le pretende dar una estructura, pésimamente soportada e infiel a si misma, de reportaje de investigación. No es un libro aburrido, eso sí hay que reconocer, pero tampoco es interesantísimo ni sorprendente, lo cual es la única alternativa que le queda para apostar a una obra de su calaña. Pero bueno, yo nunca digo no leas un libro. Además, tengo la mala costumbre de que libro comenzado, es libro terminado, por pésimo que este sea y como quiera, ya me fleté las quinientas y tantas páginas de la fallida Reinita chafa.
Y ojo, no soy un detractor de Pérez Reverte, que quede claro. Sus artículos periodísticos, compilados en el volumen “Con ánimo de ofender” me parecen más que dignos de ser leídos y comentados. Los teorreícos y culturosos, por ejemplo, despotrican de Pérez Reverte por seguir fórmulas narrativas propias de la novela de aventuras del Siglo XIX al estilo Emilio Salgari. Ya sabemos que los teorreicos odian todo aquello que no sea “meta- discurso e hipertexto post-narrativo (¿Alguien podría explicarme que significan semejantes estupideces? Parece que entre más mamón, más vacío y más pendejo resulte el término más les gusta a los culturosos) Por lo que a mi respecta, soy un fiel seguidor de la novela clásica. En mi infancia seguí con emoción El Corsario Negro, Sandokan, La Isla del Tesoro, Los Tres Mosqueteros y me parece fantástico que Pérez Reverte apueste por la fórmula, pero siempre y cuando, he ahí el pequeño detallito, sea una apuesta interesante. Con el Capitán Alatriste, La Tabla de Flandes y el Club Dumás, el autor va ganando el partido por goleada. Desgraciadamente, La reina del Sur perdió la apuesta y sus lectores perdimos, mucho, pero muchísimo tiempo en ella.
Sábato
Y bueno, ya que andamos con los libros que leen los bloguitas, me permito volver a meter mis narices donde no me llaman. Bruno Ruiz comenta que se iniciará en la lectura de Sábato, lo cual me parece una sabia decisión, sobre todo si el libro en cuestión (deduzco) es Sobre héroes y tumbas (Bruno sólo señala que el libro que empezará a leer fue escrito en 1961, así que necesariamente fue ese, pues Héroes y tumbas, lo recuerdo bien, fue concebido en el penúltimo año que Racing Club de Avellaneda salió campeón argentino)
En algún momento de mi existencia, Sábato influyó demasiado en mente, si bien debo confesar que razones extra-literarias de mucho peso motivaron mi afición por ese escritor. El primer libro de Sábato que leí fue el celebérrimo Túnel, escrito, si mi memoria no falla, allá por 1953. Tanto me impresionaron los personajes de María Iribarne y Pablo Castel, que he releído ese libro en al menos dos ocasiones. Sin embargo, la apoteosis llegó cuando leí Héroes y tumbas y descubrí a Alejandra, tal vez el mejor personaje femenino de la literatura hispanoamericana (disculpen, pero ya he dicho que Alejandra me parece más bella e interesante que La Maga), aunque Martín, lo confieso, me cae bastante gordo. Abbadon el exterminador, novela que cierra la trilogía en 1973, me parece un trabajo mucho menos logrado en comparación con los dos anteriores, pero aún así es de imprescindible lectura. Los últimos libros de Sábato, La Resistencia y Antes del Fin, son románticos manifiestos pesimistas y melancólicos en contra del mundo moderno. Son bellos libros, no lo niego, pero se limitan a ser meros ejercicios reflexivos o declaraciones de principios que carecen del valor literario de Héroes y tumbas. Tal vez haya mucha gente a la que Sabato les pueda resultar caduco y rimbombante. Para mí, Héroes y tumbas y El Túnel valen lo suficiente como para considerar al nativo de Rojas entre mis escritores de cabecera.
De viejos y nuevos libros
Por cierto, siempre me ha llamado la atención el criterio selectivo de Bruno Ruiz, que en más de una ocasión ha afirmado que evita la literatura que no sea estrictamente contemporánea (1961, lo señala él mismo, le parece demasiado antiguo) Me llama la atención, pues en esta blogósfera nuestra existe un caso cuyo criterio selectivo es absolutamente opuesto. Se trata de Fausto Ovalle, Trenza de Arena, quien en más de una ocasión me ha dicho que desconfía de manera sistemática de las novedades editoriales y prefiere concentrarse en libros que tengan por lo menos unos 30 o 40 años de antigüedad. Ambos son buenos lectores y saben disfrutar de la literatura, pero no puedo estar de acuerdo con sus respectivos criterios de selección. Con todo respeto, me parece que ponen límites y barrotes innecesarios al banquete literario y que se están privando de conocer muy buenos libros. La literatura no tiene fecha de caducidad, pero hay libros que nacen podridos. Creo que desde de los tiempos de Gutenberg, ninguna época ha sido libre de la chatarra editorial. De la misma forma que un auténtico tesoro de coleccionista fechado en 1856 no garantiza la calidad literaria (en todas las épocas se han publicado panfletos) un libro escrito en 2004, publicado por una editorial de moda y colocado en aparador de Sanborns, puede ser bastante bueno, aunque usted no lo crea. Yo pienso que es posible leer con igual deleite y placer un clásico medieval como el Amadís de Gaula o el non plus ultra de la picaresca como es el Lazarillo de Tormes, alternando con el Diablo guardián de Xavier Velazco o el Perros héroes de Mario Bellatin. Un buen libro es mucho más que una época.
Dado que una colega bloguita llamada Ana Mora está por iniciar la lectura de una bazofia de libro, me permito meterme en lo que no me importa y emitir una serie de comentarios sobre el mismo, toda vez que otro colega bloguita, Julio Sueco, lo ha leído y para mi enorme sorpresa, le ha gustado. Se trata de La reina del Sur de Arturo Pérez Reverte.
Pa que es más que la pura verdad y pa andarnos sin rodeos, La reina del Sur es un libro malo. Un intento fallido que nomás no salió. Todos cometemos errores en nuestro trabajo y a veces la que creemos será nuestra obra de arte, resulta ser un bodrio. Eso le pasó a Pérez Reverte. Teresa Mendoza es un mal chiste. De parecer una heroína de película chafa de Hollywood interpretada por Salma Hayek, acaba por resultar en las últimas páginas como un personaje de video-juego o una chica de comix de manga. Su lenguaje es un mal logrado híbrido de sinaloense con India María y su psicología carece del más mínimo soporte literario. Ya no digamos su veracidad, que está al nivel de una caricatura. Sí, ya se que la veracidad no es requisito para un personaje literario (eso déjenlo para nosotros, aunque algunos de los personajes de mis notas periodísticas no son tan veraces) pero lo peor del caso, es que Pérez Reverte pretende hacernos creer que hay alguna dosis de historia real en su “revelador” libro. Le pretende dar una estructura, pésimamente soportada e infiel a si misma, de reportaje de investigación. No es un libro aburrido, eso sí hay que reconocer, pero tampoco es interesantísimo ni sorprendente, lo cual es la única alternativa que le queda para apostar a una obra de su calaña. Pero bueno, yo nunca digo no leas un libro. Además, tengo la mala costumbre de que libro comenzado, es libro terminado, por pésimo que este sea y como quiera, ya me fleté las quinientas y tantas páginas de la fallida Reinita chafa.
Y ojo, no soy un detractor de Pérez Reverte, que quede claro. Sus artículos periodísticos, compilados en el volumen “Con ánimo de ofender” me parecen más que dignos de ser leídos y comentados. Los teorreícos y culturosos, por ejemplo, despotrican de Pérez Reverte por seguir fórmulas narrativas propias de la novela de aventuras del Siglo XIX al estilo Emilio Salgari. Ya sabemos que los teorreicos odian todo aquello que no sea “meta- discurso e hipertexto post-narrativo (¿Alguien podría explicarme que significan semejantes estupideces? Parece que entre más mamón, más vacío y más pendejo resulte el término más les gusta a los culturosos) Por lo que a mi respecta, soy un fiel seguidor de la novela clásica. En mi infancia seguí con emoción El Corsario Negro, Sandokan, La Isla del Tesoro, Los Tres Mosqueteros y me parece fantástico que Pérez Reverte apueste por la fórmula, pero siempre y cuando, he ahí el pequeño detallito, sea una apuesta interesante. Con el Capitán Alatriste, La Tabla de Flandes y el Club Dumás, el autor va ganando el partido por goleada. Desgraciadamente, La reina del Sur perdió la apuesta y sus lectores perdimos, mucho, pero muchísimo tiempo en ella.
Sábato
Y bueno, ya que andamos con los libros que leen los bloguitas, me permito volver a meter mis narices donde no me llaman. Bruno Ruiz comenta que se iniciará en la lectura de Sábato, lo cual me parece una sabia decisión, sobre todo si el libro en cuestión (deduzco) es Sobre héroes y tumbas (Bruno sólo señala que el libro que empezará a leer fue escrito en 1961, así que necesariamente fue ese, pues Héroes y tumbas, lo recuerdo bien, fue concebido en el penúltimo año que Racing Club de Avellaneda salió campeón argentino)
En algún momento de mi existencia, Sábato influyó demasiado en mente, si bien debo confesar que razones extra-literarias de mucho peso motivaron mi afición por ese escritor. El primer libro de Sábato que leí fue el celebérrimo Túnel, escrito, si mi memoria no falla, allá por 1953. Tanto me impresionaron los personajes de María Iribarne y Pablo Castel, que he releído ese libro en al menos dos ocasiones. Sin embargo, la apoteosis llegó cuando leí Héroes y tumbas y descubrí a Alejandra, tal vez el mejor personaje femenino de la literatura hispanoamericana (disculpen, pero ya he dicho que Alejandra me parece más bella e interesante que La Maga), aunque Martín, lo confieso, me cae bastante gordo. Abbadon el exterminador, novela que cierra la trilogía en 1973, me parece un trabajo mucho menos logrado en comparación con los dos anteriores, pero aún así es de imprescindible lectura. Los últimos libros de Sábato, La Resistencia y Antes del Fin, son románticos manifiestos pesimistas y melancólicos en contra del mundo moderno. Son bellos libros, no lo niego, pero se limitan a ser meros ejercicios reflexivos o declaraciones de principios que carecen del valor literario de Héroes y tumbas. Tal vez haya mucha gente a la que Sabato les pueda resultar caduco y rimbombante. Para mí, Héroes y tumbas y El Túnel valen lo suficiente como para considerar al nativo de Rojas entre mis escritores de cabecera.
De viejos y nuevos libros
Por cierto, siempre me ha llamado la atención el criterio selectivo de Bruno Ruiz, que en más de una ocasión ha afirmado que evita la literatura que no sea estrictamente contemporánea (1961, lo señala él mismo, le parece demasiado antiguo) Me llama la atención, pues en esta blogósfera nuestra existe un caso cuyo criterio selectivo es absolutamente opuesto. Se trata de Fausto Ovalle, Trenza de Arena, quien en más de una ocasión me ha dicho que desconfía de manera sistemática de las novedades editoriales y prefiere concentrarse en libros que tengan por lo menos unos 30 o 40 años de antigüedad. Ambos son buenos lectores y saben disfrutar de la literatura, pero no puedo estar de acuerdo con sus respectivos criterios de selección. Con todo respeto, me parece que ponen límites y barrotes innecesarios al banquete literario y que se están privando de conocer muy buenos libros. La literatura no tiene fecha de caducidad, pero hay libros que nacen podridos. Creo que desde de los tiempos de Gutenberg, ninguna época ha sido libre de la chatarra editorial. De la misma forma que un auténtico tesoro de coleccionista fechado en 1856 no garantiza la calidad literaria (en todas las épocas se han publicado panfletos) un libro escrito en 2004, publicado por una editorial de moda y colocado en aparador de Sanborns, puede ser bastante bueno, aunque usted no lo crea. Yo pienso que es posible leer con igual deleite y placer un clásico medieval como el Amadís de Gaula o el non plus ultra de la picaresca como es el Lazarillo de Tormes, alternando con el Diablo guardián de Xavier Velazco o el Perros héroes de Mario Bellatin. Un buen libro es mucho más que una época.