Eterno Retorno

Thursday, April 01, 2004

Cajeras

Ya que andamos en el tema, debo decir que últimamente pienso mucho en el triste oficio de los cajeros y cajeras. De todos los infiernos que nos reserva el capitalismo, este es uno de los más crueles.
Últimamente, cuando voy al super , me dedico a observar la labor de los cajeros. Vaya crueldad de vida. He ahí a la cajera, las más de las veces poco agraciada físicamente, encerrada en un espacio milimétrico, obligada a llevar un ridículo delantal de color chillante, atendiendo un río humano que nunca deja de comprar y comprar. Una marabunta humana que consume y consume, como si en eso se le fuera la vida está siempre delante de ella y pos sus manos pasan miles y miles y miles de pesos que jamás serán suyos y a menudo una sola compra supera su sueldo quincenal. Por si fuera poco, debe estar bien al tiro, con los billetes que recibe, los cambios que otorga, monedas, billetes, de cien, de doscientos, dólares, pesos. Puta madre, eso es estrés y no mamadas. Si yo cuando compro algo siempre me quedo con dudas de si me dieron bien el cambio, imagínate repetir la acción diez veces, cien veces en un día, durante ocho horas, en chinga, dando y recibiendo la feria que nunca tendrás y cuidado y se te pierda algo, que te lo cobran bien cobrado. Si señores, he descubierto el Infierno. La cajera que observo mientras aguardo mi turno con mi carrito atiborrado de vinos y licores y que me sonreirá por obligación y me dará las buenas tardes y se cagará cuando yo saque la tarjeta para pagar y llamará al supervisor cuando el lector de barras no reconozca el Casillero del Diablo. Y ahí van, 500 pesos, y la familia de atrás, con escuincle chillón y pediche y doña malhumorada, se gastará mil pesos y faltan seis horas para el tueno de salida y cuatro días para recibir el salario mínimo de hambre que el señor capitalista paga a las personas por cuyas manos pasan los millones que han engordado su fortuna. Pero para los señores amantes del universo empresarial, de los números, las tablitas, las cifras porcentuales y las corbatas ese es el universo deseado. Un frío supermercado lleno de promociones, que atraiga miles de clientes a los que inducirá a gastar el dinero que no tienen. Pues si por los capitalistas fuera, tendrían robots en vez de empleados. Un día, al menos un día de mi vida, quisiera vivir un arranque de furia popular al estilo toma de la Bastilla, algo así como la Revolución de marzo de 1917 en Rusia, cuando los obreros, cagados de frío y hambre, asaltaron las panaderías. Sí, como dijo la Polla Records: “Arrasaremos vuestras cosechas y vuestros supermercados. Matadnos, en marcha, queremos nuestra parte”.

PD-
Quiero escribir la historia de una cajera de super. Una cajera de super que se llama Alana, que trabaja en un Calimax del Florido o Villa Fontana. El mundo visto a través de sus ojos. Desde hace rato traigo esa idea y la voy a concretar.