A mí se me hace que La Maga está bien buena
Todo aniversario es un pretexto. Los seres humanos necesitan de la tiranía del calendario para definir los temas de moda. Hacía un buen rato que no leía a Cortázar y hacía todavía más rato que no escuchaba a nadie hablar de él. Pero llega el 2004, se cumplen 20 años de su fallecimiento y ahora sí, a huevo, ahí van todos los borreguitos a balar: Queremos tanto a Julio- Todas las pinches revistas consideran una obligación llevar un artículo, un comentario, una foto recordando al barbón.
Pues muy bien, Eterno Retorno siempre a la vanguardia, o como vulgarmente se dice en mi pueblo, en la punta del pedo, se suma a este colectivo balar cortazariano.
Con decirles que nomás para estar a la moda, hasta voy a enmarcar la foto que nos tomamos Carol y yo en su tumba allá en el cementerio del Monte Parnaso luteciano, donde el buen Julio es vecino de Don Porfirio Díaz, Sartre y Baudelaire nomás por mencionar a los más compas.
El primer cuento de Cortazar que leí fue Casa tomada. Si mal no recuerdo, fue en aquella antología de Menton, El cuento hispanoamericano. Sin embargo, mis cuentos favoritos son La autopista del Sur y La isla al mediodía. Si me tuviera que llevar un solo libro de Cortázar a las islas Coronado, me llevaría Todos los fuegos el fuego antes que Rayuela.
Recuerdo muy bien la atmósfera en la que leí Rayuela. Fue en la sierra de Aramberri Nuevo León. Mi colega fotógrafo Francisco Ordaz y yo fuimos enviados por El Norte a cubrir los incendios que devastaban las sierras del Sur del Estado. Pasamos largos días en ese pequeño pueblo, ubicado en el corazón del subdesarrollado y hermoso Sur nuevoleonés. Así, entre sauces y sabinos me trasladé al París cortazariano. Cada novela le pertenece al lector. En mi caso, Rayuela siempre me sabrá a Aramberri.
Aunque confieso no haber leído a fondo los debates que han surgido en torno a Rayuela, creo que el fondo del asunto es la forma en que vemos y tratamos a La Maga, atentando contra su dignidad femenina. Cuando leo un libro casi siempre mi mente formula, de manera involuntaria, una representación física de los personajes literarios. La Maga, obviamente tiene su representación. Siempre la imagine de pelo muy corto, cara más o menos redonda, muy buena pierna y sí, debo confesarlo, cari-ta de boba. Discúlpenme feministas, pero en algunas mujeres la cara de bobería es en extremo seductora. La Maga me parece un tipo de mujer en extremo familiar. Y no, no es que me gusten las mujeres tontas. Simplemente en el caso de La Maga, me parece que a su rostro le va bien una imagen que nada tiene que ver con una agresiva pensadora steniana. Además, la bobería de La Maga no me parece en absoluto sinónimo de frivolidad o petulancia. Vaya, no me imagino a La Maga como una Paris Hilton. Carajo, ya hablo de La Maga como si estuviera viendo su foto cargando a Rocamadour en la proa de un barco. Vuelvo a ver mi retrato mental e insisto: Está bien buena La Maga y no, no me la quiero imaginar leyendo a Gertrude Stein. No tengo nada contra la Gertrudis, pero a La Maga déjenla como está, que así me gusta. En cambio, no es por armarla de tos, pero al Oliveira sí que se me ha antojado ponerle unos putazos en más de una ocasión.
Todo aniversario es un pretexto. Los seres humanos necesitan de la tiranía del calendario para definir los temas de moda. Hacía un buen rato que no leía a Cortázar y hacía todavía más rato que no escuchaba a nadie hablar de él. Pero llega el 2004, se cumplen 20 años de su fallecimiento y ahora sí, a huevo, ahí van todos los borreguitos a balar: Queremos tanto a Julio- Todas las pinches revistas consideran una obligación llevar un artículo, un comentario, una foto recordando al barbón.
Pues muy bien, Eterno Retorno siempre a la vanguardia, o como vulgarmente se dice en mi pueblo, en la punta del pedo, se suma a este colectivo balar cortazariano.
Con decirles que nomás para estar a la moda, hasta voy a enmarcar la foto que nos tomamos Carol y yo en su tumba allá en el cementerio del Monte Parnaso luteciano, donde el buen Julio es vecino de Don Porfirio Díaz, Sartre y Baudelaire nomás por mencionar a los más compas.
El primer cuento de Cortazar que leí fue Casa tomada. Si mal no recuerdo, fue en aquella antología de Menton, El cuento hispanoamericano. Sin embargo, mis cuentos favoritos son La autopista del Sur y La isla al mediodía. Si me tuviera que llevar un solo libro de Cortázar a las islas Coronado, me llevaría Todos los fuegos el fuego antes que Rayuela.
Recuerdo muy bien la atmósfera en la que leí Rayuela. Fue en la sierra de Aramberri Nuevo León. Mi colega fotógrafo Francisco Ordaz y yo fuimos enviados por El Norte a cubrir los incendios que devastaban las sierras del Sur del Estado. Pasamos largos días en ese pequeño pueblo, ubicado en el corazón del subdesarrollado y hermoso Sur nuevoleonés. Así, entre sauces y sabinos me trasladé al París cortazariano. Cada novela le pertenece al lector. En mi caso, Rayuela siempre me sabrá a Aramberri.
Aunque confieso no haber leído a fondo los debates que han surgido en torno a Rayuela, creo que el fondo del asunto es la forma en que vemos y tratamos a La Maga, atentando contra su dignidad femenina. Cuando leo un libro casi siempre mi mente formula, de manera involuntaria, una representación física de los personajes literarios. La Maga, obviamente tiene su representación. Siempre la imagine de pelo muy corto, cara más o menos redonda, muy buena pierna y sí, debo confesarlo, cari-ta de boba. Discúlpenme feministas, pero en algunas mujeres la cara de bobería es en extremo seductora. La Maga me parece un tipo de mujer en extremo familiar. Y no, no es que me gusten las mujeres tontas. Simplemente en el caso de La Maga, me parece que a su rostro le va bien una imagen que nada tiene que ver con una agresiva pensadora steniana. Además, la bobería de La Maga no me parece en absoluto sinónimo de frivolidad o petulancia. Vaya, no me imagino a La Maga como una Paris Hilton. Carajo, ya hablo de La Maga como si estuviera viendo su foto cargando a Rocamadour en la proa de un barco. Vuelvo a ver mi retrato mental e insisto: Está bien buena La Maga y no, no me la quiero imaginar leyendo a Gertrude Stein. No tengo nada contra la Gertrudis, pero a La Maga déjenla como está, que así me gusta. En cambio, no es por armarla de tos, pero al Oliveira sí que se me ha antojado ponerle unos putazos en más de una ocasión.