Eterno Retorno

Tuesday, January 13, 2004

Sobre la literatura de la Revolución

Me parece por demás valioso el ejercicio del blog Colectivo 104. He leído con sumo interés lo escrito en torno a la obra de Mariano Azuela.
Excelente punto de partida para hablar de una de los momentos más puros de la literatura en México, como lo es la novela de la Revolución.
Obsesionados como están por los clichés contracoolturales, los teorreicos postnarratvos han refundido a la literatura de la Revolución al sótano de lo anacrónico.
El apoyo que en su momento dieron las editoriales gubernamentales a la novela de la Revolución y la enorme influencia que ejerció en autores afectos al sistema priista, han hecho que las vanguardias contemporáneas tiendan a rehuirla. Yo mismo escuché a Mario Bellatin despotricar contra la tradición de la literatura revolucionaria (aclaro que un genio fuera de serie como Bellatin jamás podrá ser considerado por mí como un teorreico)
Sin duda los gobiernos del partido tricolor exaltaron la promoción de esta valiosa corriente literaria como una forma de legitimar y alabar la gesta revolucionaria que acabó por llevarlos al poder.
Pero ello no quita un ápice al valor y autenticidad de las grandes novelas de la Revolución.
Dado que ya se habló de Mariano Azuela y Los de abajo, yo me permito incluir y recomendar un par de novelas que considero fundamentales para apreciar la literatura de la Revolución Mexicana.

Tropa Vieja

La primera es Tropa vieja, de Francisco L. Urquizo, llamado el novelista del soldado. Urquizo fue uno de los lugartenientes más jóvenes de Venustiano Carranza y se mantuvo fiel al Santa Claus de Cuatro Ciénegas hasta la lluviosa noche de Tlaxcalantongo en que Rodolfo Herreros y sus secuaces asesinaron a su jefe en un jacal.
Urquizo escribe sus novelas desde la óptica del soldado de tropa y recrea como ninguno sus angustias e ilusiones. Tropa Vieja narra la vida de un campesino que es reclutado por el ejército porfirista mediante el socorrido sistema de la leva. Sin saber usar un arma, ignorando sus razones para pelear, este hombre va adecuándose a la cruel vida del soldado de infantería y pronto se ve inmerso en el marasmo revolucionario. Cuando en 1911 triunfa en Ciudad Juárez la revolución maderista y las tropas revolucionarias pasan a ser licenciadas, el personaje se convierte en soldado del gobierno de León de la Barra y luego del propio Madero.
Me gusta la forma en que nos dibuja la ignorancia del soldado frente al caos casi bíblico de un conflicto cuyas dimensiones rebasan su entendimiento. También me parece admirable la forma en que presenta la absoluta aleatoriedad que acompaña a la vida de la tropa. El hombre conoce a su “chata” en un tren y en cuestión de minutos deciden casarse, con la misma rapidez que ella lo abandona en la siguiente estación
Me gusta la descripción de esa solitaria caminata nocturna por el helado desierto de Chihuahua, y la forma en que nuestro soldado besa los labios de Juana, cuyo marido e hijo acaban de morir minutos antes en una batalla. En medio del fragor de la metralla y con la Santísima Muerte dándose un festín a su lado, Juana se entrega a su nuevo amor con una pasión urgente.
Urquizo tiene otros libros pero Tropa Vieja es el mejor. Me gusta también Memoria de campaña, un relato autobiográfico muy bien logrado en el que Urquizo, soldado al fin, es su propio personaje y narra episodios memorables, como la gran peda que se puso el ejército de Pablo González en la Cervecería Cuauhtémoc de Monterrey en 1914. Altamente recomendable-

Se llevaron el cañón para Bachimba

Esta novela de Rafael F. Muñoz narra la vida de un joven inmerso en uno los episodios más fugaces e intensos de la Revolución: La rebelión antimaderista de Pascual Orozco en Chihuahua. Es el año de 1912 y los colorados se han revelado contra su otrora caudillo, el presidente Madero. Un grupo de rebeldes llega a casa del protagonista y asesinan sin motivo aparente a Anicieto, el fiel arriero de su rancho. Solo en el mundo y despojado de sus pertenencias, el joven protagonista debe unirse a los colorados. Particularmente intensa es la narración de la escena de la máquina loca, una locomotora cargada de explosivos, que las tropas de Emilio Campa arrojaron sobre las huestes maderistas. El desastre motivó el suicidio del general González Salas y el nombramiento de Victoriano Huerta como jefe de las tropas. Muñoz describe la escena de la máquina loca como “un pedazo de infierno avanzando sobre los rieles en la inmensidad del desierto” (aclaro que me fío a mi memoria, no tengo el libro a la mano) Otro de los libros clásicos de Muños es “Vámonos con Pancho Villa”. Ambos recomendables.

Martín Luis Guzmán

Aunque pienso que “La sombra del Caudillo” es una de las mejores novelas del Siglo XX mexicano, me niego a compartir el punto de vista de quienes la consideran una piedra angular de la novela de la Revolución.
Esta novela no comparte las características propias de una novela típicamente revolucionaria. Primero porque aunque ficticia, es un hecho que cronológicamente se ubica en pleno régimen de Calles en 1927 y alude a la rebelión del general Serrano.
Su lenguaje carece de los elementos populares que caracterizan a la novela de tropa y su plataforma, a diferencia de las grandes novelas revolucionarias, se sustenta en la visión de un burgués. Creo que un elemento imprescindible de la literatura revolucionaria es el entorno, el habla, las maneras y la visión del pueblo inmerso en el conflicto, algo de lo que carece La sombra del Caudillo.
En cambio, sí lo es el cuento La fiesta de las balas, donde Martín Luis Guzmán nos narra (tal vez exageradamente) las sanas diversiones del buen Rodolfo Fierro, matando federales como codornices en un ruedo.

Revueltas y Rulfo

La literatura de la Revolución fue un fenómeno espontáneo, intenso, rico y pasajero. No creo que se pueda hablar de literatura contemporánea de la Revolución, aunque hay autores que apuestan aún por la temática y el estilo. Creo que ese fenómeno ya fue.
Considero que la literatura de la Revolución es la que se escribió durante el conflicto armado o en los años inmediatamente posteriores al mismo y es aquella que narra las andanzas de personajes del pueblo que por una u otra razón están inmersos en la orgía de las balas.
Es innegable que la literatura de la Revolución fue el antecedente directo del que abrevaron dos plumas sagradas como Juan Rulfo y José Revueltas, aunque sería un grave error enlistarlos dentro del catálogo de Mariano Azuela, Urquizo y Muñoz. Dios en la Tierra de Revueltas, a mi juicio el cuento de prosa más intensa que se ha escrito en México, narra la triste historia de un maestro delator durante la guerra cristera. Aunque el entorno podría tener elementos típicos de la literatura revolucionaria, Revueltas va mucho más allá. Lo suyo es una angustia ontológica que no supieron captar sus antecesores.
Rulfo también se sumerge en profundidades que los autores revolucionarios no alcanzaron a explorar. Cronológicamente, el suyo es el México post revolucionario, pero su pluma bucea como ninguna en el alma eterna y sin tiempo del campesino mexicano.