Galeano, Borges y Vargas Llosa-
Sobre el compromiso político de los escritores
“Le horroriza todo lo que reúne a la gente, como el futbol o la política, y todo lo que la multiplica, como el espejo o el acto de amor. No reconoce otra realidad que la que existe en el pasado, en el pasado de sus antepasados, y en los libros escritos por quienes supieron nombrarla. El resto es humo.
Con alta finura y filoso ingenio, Jorge Luis Borges cuenta la Historia Universal de la Infamia. De la infamia nacional, la que lo rodea, ni se entera”.--- Eduardo Galeano.
Este texto de Eduardo Galeano ejemplifica a la perfección la molestia que causa en algunos intelectuales, principalmente de izquierda, la falta de compromiso político de los escritores. A Borges se lo han machacado hasta la saciedad.
Su indiferencia ante las desgracias del pueblo argentino, su falta de solidaridad con las causas populares y el haber accedido a ser homenajeado por los militares en la Casa Rosada, lo ha hecho objeto de las más duras acusaciones.
Yo creo que el compromiso político de un escritor es un simple y prescindible accesorio. Si el escritor en cuestión quiere profesar un credo político y asumir una posición frente a los conflictos de actualidad, muy su pedo. Si quiere permanecer indiferente y concentrarse en su trabajo, da exactamente lo mismo. Yo no podría reprocharle a Borges haber acudido en 1978 a la Casa Rosada a cenar con el tor-turador Jorge Rafael Videla y sus secuaces. Un anciano ciego de 79 años cuya única patria fue siempre una biblioteca y cuyo único compromiso fue con la literatura, no tiene porque sentirse obligado a escupir con dignidad a la cara de un tirano.
En su momento Borges fue un circunstancial antiperonista. Con objeto de humillarlo, el marido de Evita lo echó fuera de la Biblioteca Nacional y lo transformó en inspector de conejos y aves de corral. Pero fuera de ese episodio, Borges apenas y tuvo algo que ver con la política. Creo que para nosotros sus lectores fue mucho mejor y debemos agradecerlo.
Pero muy distinto a la indiferencia, es el colaboracionismo indigno y prostituto de un Mario Vargas Llosa, el literato estrella del Banco Mundial. Aunque reconozco en Vargas Lliosa un gran novelista (Fiesta del Chivo y La ciudad y los perros son, queramos o no, de las mejores novelas que se han escrito en América) su actitud de testaferro de la globalización y el capitalismo mundial me crean demasiados prejuicios a la hora de leerlo. Tal vez por ello me he resistido a leer su novela sobre Flora Tristán. A veces son inevitables los prejuicios, lo confieso.
Eduardo Galeano es un escritor comunista. Aunque sus ideas son radicales y no conoce puntos medios, lo cierto es que es uno de los prosistas que más disfruto. Su trilogía Memoria del Fuego la leo una y otra vez sin cansarme. Abro una página al azar y quedo atrapado por horas. El cubano José María Valverde de la Casa de las Américas de La Habana describió a Memoria del Fuego como la más bella y estremecedora historia del Continente.
En términos estrictamente historiográficos, no le concedo valor alguno a Memoria del Fuego, pero si nos atenemos únicamente a parámetros literarios, es una delicia de obra. Su prosa es simplemente chingona. Pero es literatura, no historia. También la Visión de los Vencidos tiene poemas que te pueden llevar a las lágrimas y ello no significa que tenga un ápice de objetividad.
Suponiendo que Galeano se tomara la molestia y leyera lo que escribí hace unas semanas sobre la conquista española, sin duda me escupiría y se uniría al coro de indigenistas que se dedicó a despotricar en mi contra. Pero aún así, yo respeto demasiado a este autor. Su radicalismo político pasa a segundo plano. Además, como buen uruguayo, es un gran aficionado al futbol y su pluma es capaz de arrojar aún más dosis de magia sobre el deporte más hermoso del Universo. Su libro Futbol a sol y sombra, es tal vez la mejor obra de literatura futbolística que existe en el orbe, con todo respeto para mi buen Valdano.
En resumen, el com-promiso político de un escritor, es algo que me vale soberana madre, aunque en el indigno caso de Vargas Llosa me cuesta trabajo el valemadrismo.
Sobre el compromiso político de los escritores
“Le horroriza todo lo que reúne a la gente, como el futbol o la política, y todo lo que la multiplica, como el espejo o el acto de amor. No reconoce otra realidad que la que existe en el pasado, en el pasado de sus antepasados, y en los libros escritos por quienes supieron nombrarla. El resto es humo.
Con alta finura y filoso ingenio, Jorge Luis Borges cuenta la Historia Universal de la Infamia. De la infamia nacional, la que lo rodea, ni se entera”.--- Eduardo Galeano.
Este texto de Eduardo Galeano ejemplifica a la perfección la molestia que causa en algunos intelectuales, principalmente de izquierda, la falta de compromiso político de los escritores. A Borges se lo han machacado hasta la saciedad.
Su indiferencia ante las desgracias del pueblo argentino, su falta de solidaridad con las causas populares y el haber accedido a ser homenajeado por los militares en la Casa Rosada, lo ha hecho objeto de las más duras acusaciones.
Yo creo que el compromiso político de un escritor es un simple y prescindible accesorio. Si el escritor en cuestión quiere profesar un credo político y asumir una posición frente a los conflictos de actualidad, muy su pedo. Si quiere permanecer indiferente y concentrarse en su trabajo, da exactamente lo mismo. Yo no podría reprocharle a Borges haber acudido en 1978 a la Casa Rosada a cenar con el tor-turador Jorge Rafael Videla y sus secuaces. Un anciano ciego de 79 años cuya única patria fue siempre una biblioteca y cuyo único compromiso fue con la literatura, no tiene porque sentirse obligado a escupir con dignidad a la cara de un tirano.
En su momento Borges fue un circunstancial antiperonista. Con objeto de humillarlo, el marido de Evita lo echó fuera de la Biblioteca Nacional y lo transformó en inspector de conejos y aves de corral. Pero fuera de ese episodio, Borges apenas y tuvo algo que ver con la política. Creo que para nosotros sus lectores fue mucho mejor y debemos agradecerlo.
Pero muy distinto a la indiferencia, es el colaboracionismo indigno y prostituto de un Mario Vargas Llosa, el literato estrella del Banco Mundial. Aunque reconozco en Vargas Lliosa un gran novelista (Fiesta del Chivo y La ciudad y los perros son, queramos o no, de las mejores novelas que se han escrito en América) su actitud de testaferro de la globalización y el capitalismo mundial me crean demasiados prejuicios a la hora de leerlo. Tal vez por ello me he resistido a leer su novela sobre Flora Tristán. A veces son inevitables los prejuicios, lo confieso.
Eduardo Galeano es un escritor comunista. Aunque sus ideas son radicales y no conoce puntos medios, lo cierto es que es uno de los prosistas que más disfruto. Su trilogía Memoria del Fuego la leo una y otra vez sin cansarme. Abro una página al azar y quedo atrapado por horas. El cubano José María Valverde de la Casa de las Américas de La Habana describió a Memoria del Fuego como la más bella y estremecedora historia del Continente.
En términos estrictamente historiográficos, no le concedo valor alguno a Memoria del Fuego, pero si nos atenemos únicamente a parámetros literarios, es una delicia de obra. Su prosa es simplemente chingona. Pero es literatura, no historia. También la Visión de los Vencidos tiene poemas que te pueden llevar a las lágrimas y ello no significa que tenga un ápice de objetividad.
Suponiendo que Galeano se tomara la molestia y leyera lo que escribí hace unas semanas sobre la conquista española, sin duda me escupiría y se uniría al coro de indigenistas que se dedicó a despotricar en mi contra. Pero aún así, yo respeto demasiado a este autor. Su radicalismo político pasa a segundo plano. Además, como buen uruguayo, es un gran aficionado al futbol y su pluma es capaz de arrojar aún más dosis de magia sobre el deporte más hermoso del Universo. Su libro Futbol a sol y sombra, es tal vez la mejor obra de literatura futbolística que existe en el orbe, con todo respeto para mi buen Valdano.
En resumen, el com-promiso político de un escritor, es algo que me vale soberana madre, aunque en el indigno caso de Vargas Llosa me cuesta trabajo el valemadrismo.