Eterno Retorno

Friday, January 09, 2004

Galeano, Borges y Vargas Llosa-

Sobre el compromiso político de los escritores

“Le horroriza todo lo que reúne a la gente, como el futbol o la política, y todo lo que la multiplica, como el espejo o el acto de amor. No reconoce otra realidad que la que existe en el pasado, en el pasado de sus antepasados, y en los libros escritos por quienes supieron nombrarla. El resto es humo.
Con alta finura y filoso ingenio, Jorge Luis Borges cuenta la Historia Universal de la Infamia. De la infamia nacional, la que lo rodea, ni se entera”.--- Eduardo Galeano.


Este texto de Eduardo Galeano ejemplifica a la perfección la molestia que causa en algunos intelectuales, principalmente de izquierda, la falta de compromiso político de los escritores. A Borges se lo han machacado hasta la saciedad.
Su indiferencia ante las desgracias del pueblo argentino, su falta de solidaridad con las causas populares y el haber accedido a ser homenajeado por los militares en la Casa Rosada, lo ha hecho objeto de las más duras acusaciones.
Yo creo que el compromiso político de un escritor es un simple y prescindible accesorio. Si el escritor en cuestión quiere profesar un credo político y asumir una posición frente a los conflictos de actualidad, muy su pedo. Si quiere permanecer indiferente y concentrarse en su trabajo, da exactamente lo mismo. Yo no podría reprocharle a Borges haber acudido en 1978 a la Casa Rosada a cenar con el tor-turador Jorge Rafael Videla y sus secuaces. Un anciano ciego de 79 años cuya única patria fue siempre una biblioteca y cuyo único compromiso fue con la literatura, no tiene porque sentirse obligado a escupir con dignidad a la cara de un tirano.
En su momento Borges fue un circunstancial antiperonista. Con objeto de humillarlo, el marido de Evita lo echó fuera de la Biblioteca Nacional y lo transformó en inspector de conejos y aves de corral. Pero fuera de ese episodio, Borges apenas y tuvo algo que ver con la política. Creo que para nosotros sus lectores fue mucho mejor y debemos agradecerlo.
Pero muy distinto a la indiferencia, es el colaboracionismo indigno y prostituto de un Mario Vargas Llosa, el literato estrella del Banco Mundial. Aunque reconozco en Vargas Lliosa un gran novelista (Fiesta del Chivo y La ciudad y los perros son, queramos o no, de las mejores novelas que se han escrito en América) su actitud de testaferro de la globalización y el capitalismo mundial me crean demasiados prejuicios a la hora de leerlo. Tal vez por ello me he resistido a leer su novela sobre Flora Tristán. A veces son inevitables los prejuicios, lo confieso.
Eduardo Galeano es un escritor comunista. Aunque sus ideas son radicales y no conoce puntos medios, lo cierto es que es uno de los prosistas que más disfruto. Su trilogía Memoria del Fuego la leo una y otra vez sin cansarme. Abro una página al azar y quedo atrapado por horas. El cubano José María Valverde de la Casa de las Américas de La Habana describió a Memoria del Fuego como la más bella y estremecedora historia del Continente.
En términos estrictamente historiográficos, no le concedo valor alguno a Memoria del Fuego, pero si nos atenemos únicamente a parámetros literarios, es una delicia de obra. Su prosa es simplemente chingona. Pero es literatura, no historia. También la Visión de los Vencidos tiene poemas que te pueden llevar a las lágrimas y ello no significa que tenga un ápice de objetividad.
Suponiendo que Galeano se tomara la molestia y leyera lo que escribí hace unas semanas sobre la conquista española, sin duda me escupiría y se uniría al coro de indigenistas que se dedicó a despotricar en mi contra. Pero aún así, yo respeto demasiado a este autor. Su radicalismo político pasa a segundo plano. Además, como buen uruguayo, es un gran aficionado al futbol y su pluma es capaz de arrojar aún más dosis de magia sobre el deporte más hermoso del Universo. Su libro Futbol a sol y sombra, es tal vez la mejor obra de literatura futbolística que existe en el orbe, con todo respeto para mi buen Valdano.
En resumen, el com-promiso político de un escritor, es algo que me vale soberana madre, aunque en el indigno caso de Vargas Llosa me cuesta trabajo el valemadrismo.