Un poco más de mi amado alter ego femenino, Amber Aravena. Dejen el psiconálisis aparte, Amber merece expresarse.
Estoy deprimida. Estoy oficial, científica y soberanamente deprimida. Las causas varían según el psiquiatra. El efecto es el mismo. Aquí sí no hay vuelta de hoja ni lugar al debate ¿Que le pasa a Amber Aravena? pregunta al unísono el Colegio de Psiquiatras del quinto infierno. E-S-T-Á D-E-P-R-I-M-ID-A-A-A contestan en coro doctores, enfermeras, pacientes, mascotas. Ya ven, tan fácil que es aceptarlo. Amber Aravena está deprimida ¿Que tiene de particular? Kleber llegó a diagnosticarme que la depresión es mi estado natural. Dijo algo así que en la oscuridad de mis estados depresivos yo me muevo como un pez en el agua. Tal vez debió haber sustituido la metáfora por un lagarto en el pantano o una lombriz en el lodo. Sería más apropiado. En fin, es lo de menos.
Así que una vez aceptado el padecimiento, no me resta más que gozar de la depresión. Y tú, improbable lector, ¿Que piensas al respecto? Sin duda dirás, y te doy toda razón, que una de las formas más acabadas del tedio es leer el diario cibernético de una mujer deprimida. ¡Estoy deprimida, estoy deprimida, que emoción¡ Te felicito si has decidido ir a explorar a otro sitio.Ya bastante tienes con que en el escaparate de la librería te encuentres a una pendeja que se hizo millonaria contándole al mundo de su depresión y presumiendo las bondades del mierdozo prozac. Conste, tú sabes lo que haces. Leer que una mujer próxima a cumplir los 34 años se fue de viaje con su depresión a encerrarse en una casa playera es digno de una mala tarde dominguera de la peor calaña. Pero espera, espera, debes detenerte, porque ya he dicho antes que mi depresión no es sinóni-mo de tristeza ni angustia. No, de hecho estoy feliz. ¿Te ríes? Pues para mí no hay nada nuevo bajo el sol. Dado que en la biografía no autorizada de mi loca cabeza ya han desfilado todas las formas posibles de demencia, no debo sorprenderme por mi repentina felicidad. Todo, absolutamente todo tiene una explicación química. Después de todo no somos tan complicados como creemos. La cabeza es como un vil radiador de carro. En este caso es un atiborre de masa encefálica flotando en cierta mierda gelatinosa. Le faltan o le sobran ciertos fluidos incomprensibles como a cualquier maquinita. Y lo puedes controlar. Es como un maldito videojuego donde tú, o más bien el psiquiatra tiene el control ¿Porque crees que son millonarios los doctores de la mente? Lo único que tiene que encontrar es la ecuación adecuada, la receta de cocina que sea capaz de producir la reacción química esperada. A la mierda con eso de “mírate al espejo y di hoy seré la más feliz del universo”. A la mierda con el -tú vales mucho y eres una gran persona-, métanse por el culo lo de -soy hermosa interior y exteriormente- lo del angelito de la guarda, el aura positiva, el signo zodiacal, la energía de Venus y la segunda venida de nuestro Señor. Después de un largo kilometraje psiquiátrico me di cuenta de que esto es más sencillo de lo que parece. Pastillita mata autosugestión. ¿Para que complicarse la vida? El Carpe Diem sintético es el único camino posible. Pastillitas para arriba, pastillitas para abajo. Pa-ra dormir, para despertarse. Para alegrarse, para entristecerse. Para ponerse cachonda, melancólica, estudiosa, romántica, apática. Si la maquinita cerebral se sale de la carretera, la pones estable con una pastillita. Si la máquina se sobrecalienta por es-tar tanto tiempo en el camino correcto, entonces hay que hacerla volar, que alucine y se crea que hay realidades aparte. Sí, pastillitas, almacenadas en un tubo como de Sweet Tarts resolviéndome la existencia. No necesito un horóscopo mágico, no necesito saber que un ángel me cuida, no necesito entrar a un club de solteros, divorciados o masturbadores compulsivos. Me bastan mis pastillitas y una botella que tenga algo bueno adentro. La buena música, el paisaje y la compañía pueden ser buenos accesorios, pero prescindibles. En realidad hace falta poquísimo para lograr hacerme pendeja. Por ahora estoy feliz. Mi felicidad es una niña en patines de hielo deslizándose a toda velocidad por una delgada superficie a punto de romperse. Bajo el hielo hay un abismo sin fondo poblado de monstruos (Ahí debe habitar el monstruo de la taza del baño por cierto) Pero en este momento la niña está patinando como si nada. Si la capa de hielo es gruesa o está a punto de derretirse es cosa que le tie-ne sin cuidado. Hoy estoy patinando, mañana quien sabe. No hay que buscarle muchos misterio donde no lo hay. Amber Aravena está feliz porque está deprimida y punto. La combinación de Tafil, Casillero del Diablo, té de coca y una visión del Pacífico al atardecer es una excelente receta. La fórmula de la felicidad que buscaron los alquimistas. No es eterna por supuesto Pero ¿Que hay eterno en esta vida?
Estoy deprimida. Estoy oficial, científica y soberanamente deprimida. Las causas varían según el psiquiatra. El efecto es el mismo. Aquí sí no hay vuelta de hoja ni lugar al debate ¿Que le pasa a Amber Aravena? pregunta al unísono el Colegio de Psiquiatras del quinto infierno. E-S-T-Á D-E-P-R-I-M-ID-A-A-A contestan en coro doctores, enfermeras, pacientes, mascotas. Ya ven, tan fácil que es aceptarlo. Amber Aravena está deprimida ¿Que tiene de particular? Kleber llegó a diagnosticarme que la depresión es mi estado natural. Dijo algo así que en la oscuridad de mis estados depresivos yo me muevo como un pez en el agua. Tal vez debió haber sustituido la metáfora por un lagarto en el pantano o una lombriz en el lodo. Sería más apropiado. En fin, es lo de menos.
Así que una vez aceptado el padecimiento, no me resta más que gozar de la depresión. Y tú, improbable lector, ¿Que piensas al respecto? Sin duda dirás, y te doy toda razón, que una de las formas más acabadas del tedio es leer el diario cibernético de una mujer deprimida. ¡Estoy deprimida, estoy deprimida, que emoción¡ Te felicito si has decidido ir a explorar a otro sitio.Ya bastante tienes con que en el escaparate de la librería te encuentres a una pendeja que se hizo millonaria contándole al mundo de su depresión y presumiendo las bondades del mierdozo prozac. Conste, tú sabes lo que haces. Leer que una mujer próxima a cumplir los 34 años se fue de viaje con su depresión a encerrarse en una casa playera es digno de una mala tarde dominguera de la peor calaña. Pero espera, espera, debes detenerte, porque ya he dicho antes que mi depresión no es sinóni-mo de tristeza ni angustia. No, de hecho estoy feliz. ¿Te ríes? Pues para mí no hay nada nuevo bajo el sol. Dado que en la biografía no autorizada de mi loca cabeza ya han desfilado todas las formas posibles de demencia, no debo sorprenderme por mi repentina felicidad. Todo, absolutamente todo tiene una explicación química. Después de todo no somos tan complicados como creemos. La cabeza es como un vil radiador de carro. En este caso es un atiborre de masa encefálica flotando en cierta mierda gelatinosa. Le faltan o le sobran ciertos fluidos incomprensibles como a cualquier maquinita. Y lo puedes controlar. Es como un maldito videojuego donde tú, o más bien el psiquiatra tiene el control ¿Porque crees que son millonarios los doctores de la mente? Lo único que tiene que encontrar es la ecuación adecuada, la receta de cocina que sea capaz de producir la reacción química esperada. A la mierda con eso de “mírate al espejo y di hoy seré la más feliz del universo”. A la mierda con el -tú vales mucho y eres una gran persona-, métanse por el culo lo de -soy hermosa interior y exteriormente- lo del angelito de la guarda, el aura positiva, el signo zodiacal, la energía de Venus y la segunda venida de nuestro Señor. Después de un largo kilometraje psiquiátrico me di cuenta de que esto es más sencillo de lo que parece. Pastillita mata autosugestión. ¿Para que complicarse la vida? El Carpe Diem sintético es el único camino posible. Pastillitas para arriba, pastillitas para abajo. Pa-ra dormir, para despertarse. Para alegrarse, para entristecerse. Para ponerse cachonda, melancólica, estudiosa, romántica, apática. Si la maquinita cerebral se sale de la carretera, la pones estable con una pastillita. Si la máquina se sobrecalienta por es-tar tanto tiempo en el camino correcto, entonces hay que hacerla volar, que alucine y se crea que hay realidades aparte. Sí, pastillitas, almacenadas en un tubo como de Sweet Tarts resolviéndome la existencia. No necesito un horóscopo mágico, no necesito saber que un ángel me cuida, no necesito entrar a un club de solteros, divorciados o masturbadores compulsivos. Me bastan mis pastillitas y una botella que tenga algo bueno adentro. La buena música, el paisaje y la compañía pueden ser buenos accesorios, pero prescindibles. En realidad hace falta poquísimo para lograr hacerme pendeja. Por ahora estoy feliz. Mi felicidad es una niña en patines de hielo deslizándose a toda velocidad por una delgada superficie a punto de romperse. Bajo el hielo hay un abismo sin fondo poblado de monstruos (Ahí debe habitar el monstruo de la taza del baño por cierto) Pero en este momento la niña está patinando como si nada. Si la capa de hielo es gruesa o está a punto de derretirse es cosa que le tie-ne sin cuidado. Hoy estoy patinando, mañana quien sabe. No hay que buscarle muchos misterio donde no lo hay. Amber Aravena está feliz porque está deprimida y punto. La combinación de Tafil, Casillero del Diablo, té de coca y una visión del Pacífico al atardecer es una excelente receta. La fórmula de la felicidad que buscaron los alquimistas. No es eterna por supuesto Pero ¿Que hay eterno en esta vida?