La verdad de las mentiras
Mario Vargas Llosa
Punto de lectura
Por Daniel Salinas Basave
La relectura es un vicio recurrente en mí y no creo alejarme de la realidad si afirmo que las más de las veces, la segunda lectura de un buen libro es capaz de descubrirme una obra distinta, a menudo más rica y compleja que la encontrada en mi primera incursión.
El redescubrimiento de la sorpresa y la fascinación en aquello que ya se creía asimilado, puede llegar a ser una sensación aún más deliciosa que el misterio encarnado en toda primera lectura.
Aunado al vicio de releer, padezco la irremediable manía de interesarme en todo aquel ensayo, crítica o reseña que se haya escrito en torno a algún libro que haya sido significativo para mí.
Confieso que incluso me gusta más indagar sobre aquellas obras que ya he leído que en torno a las que me son desconocidas. Digamos que leer lo que otro piensa sobre un libro que ya leí, me permite de una u otra forma repasar de nuevo las páginas con otros ojos, si bien en ocasiones son más las diferencias que las coincidencias en torno al punto de vista de quien escribe el ensayo o reseña.
Fue esta manía la que me llevó a caer atrapado en las páginas de “La verdad de las mentiras” de Mario Vargas Llosa.
No soy precisamente lo que se puede llamar un fiel lector de Vargas Llosa y para ser honesto desconfío bastante de él, al menos como figura pública (¿o debemos llamar política?).
Sin embargo, sería más que pretencioso no reconocer que La ciudad y los perros, Conversación en la Catedral y La fiesta del Chivo son novelas inteligentísimas. También sería muy pretencioso si ante todo no reconociera en Vargas Llosa a un gran lector enamorado de la literatura, algo que se demuestra en las páginas de La verdad de las mentiras.
Aunque en este momento está en la mesa de novedades de todas las librerías y se le promueve como la nueva obra de Vargas Llosa, justo a lado de El Paraíso en la otra esquina, lo cierto es que La verdad de las mentiras es la típica obra recopilatoria de artículos ensayísticos que se escribieron hace algún tiempo, la gran mayoría antes de 1990.
El punto en común, es que todos los artículos incluidos, 35 para ser precisos, hablan sobre alguna obra literaria del siglo XX.
Desde el ya centenario Corazón de las tinieblas de Conrad que abre la tanda, hasta Sostiene Pereira de Antonio Tabucchi, que aún no cumple su primer decenio, el peruano se da la tarea de reflexionar, disertar y criticar 35 obras fundamentales del siglo pasado.
Dublineses de James Joyce, El gran Gatsby de Scott Fitzgerald, La señora Dalloway de Virginia Woolf, Nadja de Andre Breton, Santuario de William Faulkner, El extranjero de Albert Camus, El poder y la gloria de Graham Greene, El viejo y el mar de Ernest Hemingway, Trópico de Cáncer de Hen-ry Miller y Siete cuentos góticos de Isak Dinesen son solo algunas de las obras que comenta Vargas Llosa.
Particular buen sabor de boca me dejaron los comentarios en torno a La muerte en Venecia de Tho-mas Mann, El lobo estepario de Hermann Hesse y Lolita de Vladimir Nabokov y El tambor de hojalata de Günter Grass.
Claro, en toda recopilación siempre habrá faltantes y sobrantes. Cuesta demasiado trabajo creer que no se incluya a autores fundamentales del siglo XX como Proust o Kafka y también resulta inexplicable que el único latinoamericano entre los 35 sea Alejo Carpentier con El reino de este mundo.
Tal vez Vargas Llosa respondería que nunca fue su intención seleccionar las 35 mejores obras de la pasada centuria y aceptaría que ni son todos los que están, ni están todos los que son.
De cualquier manera, para quien ya haya leído algunas o la mayoría de las obras reseñadas en La verdad de las mentiras, los comentarios del peruano pueden servir como una inducción a la relectura como me sucedió a mí. Y para quien no las ha leído, este conjunto de ensayos puede ser la mejor invitación. Después de todo, Vargas Llosa es un buen vendedor y nadie ha dicho que no sepa seducir con la palabra.
Mario Vargas Llosa
Punto de lectura
Por Daniel Salinas Basave
La relectura es un vicio recurrente en mí y no creo alejarme de la realidad si afirmo que las más de las veces, la segunda lectura de un buen libro es capaz de descubrirme una obra distinta, a menudo más rica y compleja que la encontrada en mi primera incursión.
El redescubrimiento de la sorpresa y la fascinación en aquello que ya se creía asimilado, puede llegar a ser una sensación aún más deliciosa que el misterio encarnado en toda primera lectura.
Aunado al vicio de releer, padezco la irremediable manía de interesarme en todo aquel ensayo, crítica o reseña que se haya escrito en torno a algún libro que haya sido significativo para mí.
Confieso que incluso me gusta más indagar sobre aquellas obras que ya he leído que en torno a las que me son desconocidas. Digamos que leer lo que otro piensa sobre un libro que ya leí, me permite de una u otra forma repasar de nuevo las páginas con otros ojos, si bien en ocasiones son más las diferencias que las coincidencias en torno al punto de vista de quien escribe el ensayo o reseña.
Fue esta manía la que me llevó a caer atrapado en las páginas de “La verdad de las mentiras” de Mario Vargas Llosa.
No soy precisamente lo que se puede llamar un fiel lector de Vargas Llosa y para ser honesto desconfío bastante de él, al menos como figura pública (¿o debemos llamar política?).
Sin embargo, sería más que pretencioso no reconocer que La ciudad y los perros, Conversación en la Catedral y La fiesta del Chivo son novelas inteligentísimas. También sería muy pretencioso si ante todo no reconociera en Vargas Llosa a un gran lector enamorado de la literatura, algo que se demuestra en las páginas de La verdad de las mentiras.
Aunque en este momento está en la mesa de novedades de todas las librerías y se le promueve como la nueva obra de Vargas Llosa, justo a lado de El Paraíso en la otra esquina, lo cierto es que La verdad de las mentiras es la típica obra recopilatoria de artículos ensayísticos que se escribieron hace algún tiempo, la gran mayoría antes de 1990.
El punto en común, es que todos los artículos incluidos, 35 para ser precisos, hablan sobre alguna obra literaria del siglo XX.
Desde el ya centenario Corazón de las tinieblas de Conrad que abre la tanda, hasta Sostiene Pereira de Antonio Tabucchi, que aún no cumple su primer decenio, el peruano se da la tarea de reflexionar, disertar y criticar 35 obras fundamentales del siglo pasado.
Dublineses de James Joyce, El gran Gatsby de Scott Fitzgerald, La señora Dalloway de Virginia Woolf, Nadja de Andre Breton, Santuario de William Faulkner, El extranjero de Albert Camus, El poder y la gloria de Graham Greene, El viejo y el mar de Ernest Hemingway, Trópico de Cáncer de Hen-ry Miller y Siete cuentos góticos de Isak Dinesen son solo algunas de las obras que comenta Vargas Llosa.
Particular buen sabor de boca me dejaron los comentarios en torno a La muerte en Venecia de Tho-mas Mann, El lobo estepario de Hermann Hesse y Lolita de Vladimir Nabokov y El tambor de hojalata de Günter Grass.
Claro, en toda recopilación siempre habrá faltantes y sobrantes. Cuesta demasiado trabajo creer que no se incluya a autores fundamentales del siglo XX como Proust o Kafka y también resulta inexplicable que el único latinoamericano entre los 35 sea Alejo Carpentier con El reino de este mundo.
Tal vez Vargas Llosa respondería que nunca fue su intención seleccionar las 35 mejores obras de la pasada centuria y aceptaría que ni son todos los que están, ni están todos los que son.
De cualquier manera, para quien ya haya leído algunas o la mayoría de las obras reseñadas en La verdad de las mentiras, los comentarios del peruano pueden servir como una inducción a la relectura como me sucedió a mí. Y para quien no las ha leído, este conjunto de ensayos puede ser la mejor invitación. Después de todo, Vargas Llosa es un buen vendedor y nadie ha dicho que no sepa seducir con la palabra.