Sputnik, mi amor
Haruki Murakami
Tus Quets Editores
Por Daniel Salinas Basave
Sin que mediara recomendación de por medio ni demasiados antecedentes sobre su autor, cayó en mis manos Sputnik, mi amor del escritor japonés Haruki Murakami.
Escogí este libro como suelo hacer muchas veces por simple intuición o corazonada, por las ganas de leer algo diferente.
Y el resultado fue más que satisfactorio aunque, debo confesarlo, lo que encontré fue muy distinto a lo que imaginaba.
Tal vez por el antecedente de Akutugawa, o (acepto que fui muy iluso) por relacionar el apellido del autor con la enigmática Señora Murakami de Mario Bellatín creí que encontraría en Murakami un autor japonés complicado, denso, oscuro o acaso exótico.
Sin embargo mi hallazgo fue un autor ameno, ágil, amable con el lector y por ende bastante digerible. Nada que ver con Bellatín ni con Akutugawa. En otras palabras, apto para todo público.
Sputnik es ante todo una historia de amor y es una historia en esencia triste, aunque sus páginas no estén en lo absoluto salpicadas de melancolía.
Al contrario, hay mucho de cómico y tierno en la actitud del narrador en primera persona, un solitario profesor de primaria.
Pero lo mejor de la novela es la construcción de su personaje principal, del que el lector, al igual que el narrador, irremediablemente se acaba enamorando.
Se trata de una chica de 22 años llamada Sumire, una rebelde incurable, idealista por vocación a la que el narrador ama en silencio. Pero esta es una historia de enamoramientos terribles y cruzados.
De hecho, el primer párrafo de la novela nos describe de una manera más que singular la forma en que Sumire se enamoró y es ahí, desde la primera frase, donde empieza la desgracia del pobre profesor.
Porque resulta que Sumire no está enamorada de él. De hecho ni siquiera está enamorada de un hombre. El objeto del deseo de Sumire es una mujer 17 años mayor que ella y por si fuera poco, casada. Una enigmática y sofisticada señora llamada simplemente Myu.
Desde esa primera página, el autor define las reglas del juego, un triángulo amoroso del que el profesor estará destinado a participar solo como confidente o como amante platónico.
Tres personalidades muy bien construidas con las que el autor juega a lo largo de toda la novela.
El juego de los tiempos, con adelantos y retrocesos paulatinos de días o semanas en la narración, rompe el carácter lineal del relato y logra aferrar al lector.
Claro, también sorprenden y cambian radicalmente el ritmo de lectura las metáforas intencionalmente cargadas con las que juega el autor.
Baste con leer el primer párrafo en el que describe el enamoramiento de Sumire: “Fue un amor violento como un tornado que barre en línea recta una vasta llanura. Un amor que lo derribó todo a su paso, que lo succionó todo hacia el cielo en su torbellino, que lo descuartizó todo en un arranque de locura, que lo machacó todo por completo”.
Al final me quedé con un sabor de boca más que agradable. Sin ser demasiado afecto a las historias románticas, debo aceptar que Murakami logró que Sumire, con todos sus involuntarios encantos, acabara por engancharme a mi también. Y eso, no me ocurre muy a menudo. Algo tendrá entonces Sumire que a todos nos enamora.
Cumpleaños
Un 28 de diciembre de 1995 conocí en Creel Chihuahua a una madrileña llamada Gracia Montero. Era una helada tarde de invierno serrano y las montañas chihuahuenses estaban hermosamente nevadas. 10 meses después, un 29 de octubre de 1996 yo estaba en Madrid y le llamé. Gracia me paseó por la capital española, me enseñó la marcha madrileña y fuimos además a Segovia, Escorial y La Granja. Una buena amiga y nada más, conste, que como ha sucedido con mucha de la gente que me topo en la vida, nunca volví a ver ni a contactar.
La cuestión es que yo soy bueno para recordar cumpleaños y hoy 29 de agosto Gracia está apagando no se cuantas velitas. En fin, si algún improbable lector de este blog la conoce, mandele un gran abarzo de mi parte. Felicidades. También en 29 de agosto cumple años un viejo amigo de juergas de la secundaria, el regio- catalán Jordi Ferrer a quien hace más de 10 años no veo. Un abrazo también si es que llegas a leer esto. También cumple años este día el chilango- danés Alfred Ville, pacheco profesional a quien hace años no veo, pero cuyo onomástico recuerdo. Ya que andamos, ahí va otro abrazo y un gallo imaginario.
Haruki Murakami
Tus Quets Editores
Por Daniel Salinas Basave
Sin que mediara recomendación de por medio ni demasiados antecedentes sobre su autor, cayó en mis manos Sputnik, mi amor del escritor japonés Haruki Murakami.
Escogí este libro como suelo hacer muchas veces por simple intuición o corazonada, por las ganas de leer algo diferente.
Y el resultado fue más que satisfactorio aunque, debo confesarlo, lo que encontré fue muy distinto a lo que imaginaba.
Tal vez por el antecedente de Akutugawa, o (acepto que fui muy iluso) por relacionar el apellido del autor con la enigmática Señora Murakami de Mario Bellatín creí que encontraría en Murakami un autor japonés complicado, denso, oscuro o acaso exótico.
Sin embargo mi hallazgo fue un autor ameno, ágil, amable con el lector y por ende bastante digerible. Nada que ver con Bellatín ni con Akutugawa. En otras palabras, apto para todo público.
Sputnik es ante todo una historia de amor y es una historia en esencia triste, aunque sus páginas no estén en lo absoluto salpicadas de melancolía.
Al contrario, hay mucho de cómico y tierno en la actitud del narrador en primera persona, un solitario profesor de primaria.
Pero lo mejor de la novela es la construcción de su personaje principal, del que el lector, al igual que el narrador, irremediablemente se acaba enamorando.
Se trata de una chica de 22 años llamada Sumire, una rebelde incurable, idealista por vocación a la que el narrador ama en silencio. Pero esta es una historia de enamoramientos terribles y cruzados.
De hecho, el primer párrafo de la novela nos describe de una manera más que singular la forma en que Sumire se enamoró y es ahí, desde la primera frase, donde empieza la desgracia del pobre profesor.
Porque resulta que Sumire no está enamorada de él. De hecho ni siquiera está enamorada de un hombre. El objeto del deseo de Sumire es una mujer 17 años mayor que ella y por si fuera poco, casada. Una enigmática y sofisticada señora llamada simplemente Myu.
Desde esa primera página, el autor define las reglas del juego, un triángulo amoroso del que el profesor estará destinado a participar solo como confidente o como amante platónico.
Tres personalidades muy bien construidas con las que el autor juega a lo largo de toda la novela.
El juego de los tiempos, con adelantos y retrocesos paulatinos de días o semanas en la narración, rompe el carácter lineal del relato y logra aferrar al lector.
Claro, también sorprenden y cambian radicalmente el ritmo de lectura las metáforas intencionalmente cargadas con las que juega el autor.
Baste con leer el primer párrafo en el que describe el enamoramiento de Sumire: “Fue un amor violento como un tornado que barre en línea recta una vasta llanura. Un amor que lo derribó todo a su paso, que lo succionó todo hacia el cielo en su torbellino, que lo descuartizó todo en un arranque de locura, que lo machacó todo por completo”.
Al final me quedé con un sabor de boca más que agradable. Sin ser demasiado afecto a las historias románticas, debo aceptar que Murakami logró que Sumire, con todos sus involuntarios encantos, acabara por engancharme a mi también. Y eso, no me ocurre muy a menudo. Algo tendrá entonces Sumire que a todos nos enamora.
Cumpleaños
Un 28 de diciembre de 1995 conocí en Creel Chihuahua a una madrileña llamada Gracia Montero. Era una helada tarde de invierno serrano y las montañas chihuahuenses estaban hermosamente nevadas. 10 meses después, un 29 de octubre de 1996 yo estaba en Madrid y le llamé. Gracia me paseó por la capital española, me enseñó la marcha madrileña y fuimos además a Segovia, Escorial y La Granja. Una buena amiga y nada más, conste, que como ha sucedido con mucha de la gente que me topo en la vida, nunca volví a ver ni a contactar.
La cuestión es que yo soy bueno para recordar cumpleaños y hoy 29 de agosto Gracia está apagando no se cuantas velitas. En fin, si algún improbable lector de este blog la conoce, mandele un gran abarzo de mi parte. Felicidades. También en 29 de agosto cumple años un viejo amigo de juergas de la secundaria, el regio- catalán Jordi Ferrer a quien hace más de 10 años no veo. Un abrazo también si es que llegas a leer esto. También cumple años este día el chilango- danés Alfred Ville, pacheco profesional a quien hace años no veo, pero cuyo onomástico recuerdo. Ya que andamos, ahí va otro abrazo y un gallo imaginario.