Lo anticipé en días anteriores y el viernes, finalmente, cedí a la tentación: Me compré Las lágrimas de Eros del buen George Bataille en la Librería El Día. Una adquisición más que acertada. Este ensayo, el último que Bataille escribió en su vida, contiene muchas de las ideas expresadas en El Erotismo, pero enfocado hacia el arte. De hecho en el catálogo de TusQutes Editores el ensayo viene enlistado dentro del tema de historia del arte.
Y nunca me cansaré de ese ojo de Bataille que en cada imágen sabe encontrar la sutil e imperceptible línea entre erotismo y horror, entre gloria y humillación, ese éxtasis que yace oculto en la profundidad de los más extremos suplicios. El orgasmo, esa pequeña gran muerte. Y aunque el propósito del ensayo, si es que tiene un propósito, es hablar de la manifestación del todo erótico en el arte, entendiendo al erotismo como ese universo de éxtasis, dolor, horror, agonía y plenitud, lo cierto es que el buen Bataille, como siempre, me ha dejado meditando.
Una gran obra que merece pronta relectura, pues ha generado la resurrección de ciertos conceptos, algunos de los cuales evocan, irremediablemente, El origen de la Tragedia de Nietzsche.
El libro tiene más de 250 páginas, pero casi tres cuartas partes son fotografías o reproducciones de obras clásicas. Ayer por la noche terminé de leer el libro.
A tal grado me avoqué a leer a Bataille este fin de semana, que su espíritu me inundo por completo hasta en sueños. Tan es así que hoy por la mañana me dediqué a releer algunos capítulos de Del desorden de Dios, ensayo escrito por Ignacio Díaz de la Serna.
Algunos conceptos bataillanos que bailotean en mi cabeza.
El crimen, el deicidio, es lo que favorece la comunicación. Con Dios muerto, los hombres pueden comunicarse a través del recuerdo del asesinato que cometieron. La muerte de Dios, hemos de convenir, hizo factible la alianza entre los hombres, obligándolos a mirarse como seres absolutamente desgarrados que se comunican en la complicidad del homicidio.
Situar la vida a la altura de lo imposible es a lo que aspira la experiencia espiritual ateológica.
Tan necesario es el sistema, como imprescindible su parodia.
(Sobre Madame Edwarda)
Ella encarna el exceso de Dios; es Dios revelado muerto. Claros vestigios de una feroz carnicería son sus andrajos divinos. Al final, el narrador despierta de un sueño profundo. Ante los dos cuerpos que yacen sin Dios en el interior de un taxi, queda la ironía...Sólo la ironía-
El tiempo del fin de semana no dedicado a leer a Bataille, lo dediqué a beber. Empezamos temprano. Por la mañana fuimos a la caseta de cobro a tratar de tramitar una vez más la tarjeta Iave. Esos hijos de la gran puta de Caminos y Puentes Federales hacen hasta lo imposible porque uno no consiga esa tarjetita que le permita ahorrase el 50% de los 23 pesos que debo pagar cada que cruzo su hedionda caseta de cobro. Ya tendrán noticias mías en el próximo reportaje, salteadores de caminos, usureros de peajes y alcabalas, ya los traigo en la mira malditos.
Luego de discutir con los bastardos burócratas federales, Carolina y yo decidimos ir a desayunar al Terrazas Vallarta. Eran las 12:00 del día. Si usted es un improbable lector de otro rincón de la República, le diré que el Terrazas Vallarta es el restaurante más noroccidental de México. Geográficamente es el primer restaurante de México o el último restaurante de México, según como usted lo quiera ver (tal vez el Yogurth Place le dispute el puesto, pero Terrazas está unos metros más al occidente, ahora sí que donde se acaba el País y no queda más que agua o imperio yanqui) Nos sentamos en las palapas de la terraza. El día estaba precioso y podían distinguirse con claridad los colores de las Islas Coronado y la bahía sandieguina. Pedimos ceviche y tacos de camarón además de una cubeta con 10 heladísimas cervezas.
El restaurante tiene la rockola más completa de todo Tijuana y yo me doy gusto. Cualquier persona puede identificar con facilidad cuando estoy comiendo en el Terrazas Vallarta. Si al entrar a la marisquería en lugar de música de banda y tambora, escuchas a Black Sabbath, ya sabes quien está ahí adentro. En honor al Sabbath Bloddy Sabbath escuchamos Selling my soul, Paranoid, Iron Man y no recuerdo cuales más. También One de Metallica y algo de Scorpions. Frente a nosotros empezaron a aparecer los delfines. Un grupo de cuatro o cinco nadaban muy cerca de la playa. Buena señal. Me gusta que los delfines se asomen a Tijuana. Desde la terraza les mandamos nuestros mejores deseos a los amigables cetáceos y brindamos por ellos. Terminada la cubeta pedimos Bohemias. Tres o cuatro rondas. Al atardecer traíamos antojo de comer caracoles y beber un buen tinto así que agarramos camino para el Suizo.
Ya he dicho que el Suizo no me encanta como antro. Su música popera me aburre un tanto y su ambiente fresoide no me hace sentirme plenamente identificado, pero eso sí, el sotanebrio es un delicioso restaurante que sirve platillos que no encuentras en otro lugar de Tijuana, como los deliciosos caracoles (si alguien más sabe donde sirven caracoles por favor háganmelo saber) Otro atractivo del Suizo es que es de los pocos lugares en cuya bodega hay botellas de Nebbiolo cosecha 1996, un verdadero elíxir de los dioses. El cosecha 1997, que es el que circula actualmente, no sabe igual. No es pedantería, créanme, el 96 es el que rifa, es por mucho el mejor vino que ha producido Don Luis Cetto, así que antes de que se extinga de la faz de la Tierra, debemos tratar de consumir las botellas que aún sobrevivan. Vaya tarde deliciosa ¡Libación de Nebbiolo con caracoles en la lengua¡ Dionisio se sintió más que homenajeado. Pasada la media noche, manejaba a casa con el cheneque de la Vid danzándome en el alma y la cabeza. La carretera escénica era en su absoluta oscuridad una infinita lengua de serpiente. Del Pacífico solo podía sentir el rugido y ese fatal magnetismo que siento cada vez que manejo esa carretera por las noches. La cruda del domingo pasó una alta factura, pero créanme, valió la pena. ¿Cual es el mejor remedio contra la resaca? Leer a Bataille e ir a ver el atardecer a Mar de Calafia.
Lo dijo Fernando Vallejo pero haga usted de cuanta que me sacó las palabras de la boca, así que si alguien me quiere atribuir la frase a mí, tiene plena licencia. Pocas veces puedo decir que coincido con todas y cada una de las palabras expresadas por una persona ajena a mí.
Mi forma de pensar la tengo muy clara con respecto a varias cosas. Por ejemplo, respecto a Dios la tengo clarísima: es una invención idiota del ser humano que no explica nada. Una explicación que no explica nada. Dios no existe. Y si existe es un monstruo y de nada nos sirve. La iglesia, la nuestra, la de México y la de Colombia, la católica, es una institución despreciable, miserable. Quien la preside es un ser miserable, estoy hablando de Wojtyla, alias Juan Pablo II. Es un tartufo mentiroso que tendría que estar juzgado ahora por crímenes contra la humanidad en el tribunal internacional de La Haya. La gran bomba que estaba pesando sobre la humanidad ya nos explotó: es la demográfica. Este tartufo ayudó a que explotara, puesto que él habla para mil millones de católicos. Por mi país estuvo hace unos años, una década o dos, ya no me acuerdo. De todas formas, desde que él fue, en Colombia han nacido dos o tres millones de niños que están condenados al desempleo, a la miseria, a ser lo que es la mayoría de Colombia: pobretones, mendigos, asesinos, sicarios, narcotraficantes, paramilitares, atracadores, terroristas".
A huevo Vallejo. Tu sí rifas y sin duda, protector como eres de la vida animal, me odiarás por haber asesinado once ratones en una semana. Me confieso culpable, pero debes saber que Carolina y yo tenemos a más animales que humanos en la lista de nuestros seres queridos. Perdoname por este genocidio. Por lo demás, no me podrás culpar de poblar la Tierra. Hasta ahora no he contribuído con la causa y sí en cambio tendrán mi eterno sí al aborto, sí a la eutanasia, sí al suicidio. Todo lo que le caga al Vaticano rifa.
Y nunca me cansaré de ese ojo de Bataille que en cada imágen sabe encontrar la sutil e imperceptible línea entre erotismo y horror, entre gloria y humillación, ese éxtasis que yace oculto en la profundidad de los más extremos suplicios. El orgasmo, esa pequeña gran muerte. Y aunque el propósito del ensayo, si es que tiene un propósito, es hablar de la manifestación del todo erótico en el arte, entendiendo al erotismo como ese universo de éxtasis, dolor, horror, agonía y plenitud, lo cierto es que el buen Bataille, como siempre, me ha dejado meditando.
Una gran obra que merece pronta relectura, pues ha generado la resurrección de ciertos conceptos, algunos de los cuales evocan, irremediablemente, El origen de la Tragedia de Nietzsche.
El libro tiene más de 250 páginas, pero casi tres cuartas partes son fotografías o reproducciones de obras clásicas. Ayer por la noche terminé de leer el libro.
A tal grado me avoqué a leer a Bataille este fin de semana, que su espíritu me inundo por completo hasta en sueños. Tan es así que hoy por la mañana me dediqué a releer algunos capítulos de Del desorden de Dios, ensayo escrito por Ignacio Díaz de la Serna.
Algunos conceptos bataillanos que bailotean en mi cabeza.
El crimen, el deicidio, es lo que favorece la comunicación. Con Dios muerto, los hombres pueden comunicarse a través del recuerdo del asesinato que cometieron. La muerte de Dios, hemos de convenir, hizo factible la alianza entre los hombres, obligándolos a mirarse como seres absolutamente desgarrados que se comunican en la complicidad del homicidio.
Situar la vida a la altura de lo imposible es a lo que aspira la experiencia espiritual ateológica.
Tan necesario es el sistema, como imprescindible su parodia.
(Sobre Madame Edwarda)
Ella encarna el exceso de Dios; es Dios revelado muerto. Claros vestigios de una feroz carnicería son sus andrajos divinos. Al final, el narrador despierta de un sueño profundo. Ante los dos cuerpos que yacen sin Dios en el interior de un taxi, queda la ironía...Sólo la ironía-
El tiempo del fin de semana no dedicado a leer a Bataille, lo dediqué a beber. Empezamos temprano. Por la mañana fuimos a la caseta de cobro a tratar de tramitar una vez más la tarjeta Iave. Esos hijos de la gran puta de Caminos y Puentes Federales hacen hasta lo imposible porque uno no consiga esa tarjetita que le permita ahorrase el 50% de los 23 pesos que debo pagar cada que cruzo su hedionda caseta de cobro. Ya tendrán noticias mías en el próximo reportaje, salteadores de caminos, usureros de peajes y alcabalas, ya los traigo en la mira malditos.
Luego de discutir con los bastardos burócratas federales, Carolina y yo decidimos ir a desayunar al Terrazas Vallarta. Eran las 12:00 del día. Si usted es un improbable lector de otro rincón de la República, le diré que el Terrazas Vallarta es el restaurante más noroccidental de México. Geográficamente es el primer restaurante de México o el último restaurante de México, según como usted lo quiera ver (tal vez el Yogurth Place le dispute el puesto, pero Terrazas está unos metros más al occidente, ahora sí que donde se acaba el País y no queda más que agua o imperio yanqui) Nos sentamos en las palapas de la terraza. El día estaba precioso y podían distinguirse con claridad los colores de las Islas Coronado y la bahía sandieguina. Pedimos ceviche y tacos de camarón además de una cubeta con 10 heladísimas cervezas.
El restaurante tiene la rockola más completa de todo Tijuana y yo me doy gusto. Cualquier persona puede identificar con facilidad cuando estoy comiendo en el Terrazas Vallarta. Si al entrar a la marisquería en lugar de música de banda y tambora, escuchas a Black Sabbath, ya sabes quien está ahí adentro. En honor al Sabbath Bloddy Sabbath escuchamos Selling my soul, Paranoid, Iron Man y no recuerdo cuales más. También One de Metallica y algo de Scorpions. Frente a nosotros empezaron a aparecer los delfines. Un grupo de cuatro o cinco nadaban muy cerca de la playa. Buena señal. Me gusta que los delfines se asomen a Tijuana. Desde la terraza les mandamos nuestros mejores deseos a los amigables cetáceos y brindamos por ellos. Terminada la cubeta pedimos Bohemias. Tres o cuatro rondas. Al atardecer traíamos antojo de comer caracoles y beber un buen tinto así que agarramos camino para el Suizo.
Ya he dicho que el Suizo no me encanta como antro. Su música popera me aburre un tanto y su ambiente fresoide no me hace sentirme plenamente identificado, pero eso sí, el sotanebrio es un delicioso restaurante que sirve platillos que no encuentras en otro lugar de Tijuana, como los deliciosos caracoles (si alguien más sabe donde sirven caracoles por favor háganmelo saber) Otro atractivo del Suizo es que es de los pocos lugares en cuya bodega hay botellas de Nebbiolo cosecha 1996, un verdadero elíxir de los dioses. El cosecha 1997, que es el que circula actualmente, no sabe igual. No es pedantería, créanme, el 96 es el que rifa, es por mucho el mejor vino que ha producido Don Luis Cetto, así que antes de que se extinga de la faz de la Tierra, debemos tratar de consumir las botellas que aún sobrevivan. Vaya tarde deliciosa ¡Libación de Nebbiolo con caracoles en la lengua¡ Dionisio se sintió más que homenajeado. Pasada la media noche, manejaba a casa con el cheneque de la Vid danzándome en el alma y la cabeza. La carretera escénica era en su absoluta oscuridad una infinita lengua de serpiente. Del Pacífico solo podía sentir el rugido y ese fatal magnetismo que siento cada vez que manejo esa carretera por las noches. La cruda del domingo pasó una alta factura, pero créanme, valió la pena. ¿Cual es el mejor remedio contra la resaca? Leer a Bataille e ir a ver el atardecer a Mar de Calafia.
Lo dijo Fernando Vallejo pero haga usted de cuanta que me sacó las palabras de la boca, así que si alguien me quiere atribuir la frase a mí, tiene plena licencia. Pocas veces puedo decir que coincido con todas y cada una de las palabras expresadas por una persona ajena a mí.
Mi forma de pensar la tengo muy clara con respecto a varias cosas. Por ejemplo, respecto a Dios la tengo clarísima: es una invención idiota del ser humano que no explica nada. Una explicación que no explica nada. Dios no existe. Y si existe es un monstruo y de nada nos sirve. La iglesia, la nuestra, la de México y la de Colombia, la católica, es una institución despreciable, miserable. Quien la preside es un ser miserable, estoy hablando de Wojtyla, alias Juan Pablo II. Es un tartufo mentiroso que tendría que estar juzgado ahora por crímenes contra la humanidad en el tribunal internacional de La Haya. La gran bomba que estaba pesando sobre la humanidad ya nos explotó: es la demográfica. Este tartufo ayudó a que explotara, puesto que él habla para mil millones de católicos. Por mi país estuvo hace unos años, una década o dos, ya no me acuerdo. De todas formas, desde que él fue, en Colombia han nacido dos o tres millones de niños que están condenados al desempleo, a la miseria, a ser lo que es la mayoría de Colombia: pobretones, mendigos, asesinos, sicarios, narcotraficantes, paramilitares, atracadores, terroristas".
A huevo Vallejo. Tu sí rifas y sin duda, protector como eres de la vida animal, me odiarás por haber asesinado once ratones en una semana. Me confieso culpable, pero debes saber que Carolina y yo tenemos a más animales que humanos en la lista de nuestros seres queridos. Perdoname por este genocidio. Por lo demás, no me podrás culpar de poblar la Tierra. Hasta ahora no he contribuído con la causa y sí en cambio tendrán mi eterno sí al aborto, sí a la eutanasia, sí al suicidio. Todo lo que le caga al Vaticano rifa.