Desde su nacimiento en diciembre de 2002 hasta la fecha, nunca había pasado tanto tiempo sin que cayera a Eterno Retorno su dosis diaria de letras prófugas de la periodística realidad. La verdad de las cosas es que estos días no he sido capaz de tener un respiro. Nadie dijo que mudarse de casa fuera cosa fácil.
Por si fuera poco tengo un trabajal de espanto en el periódico. Hoy debo concluir un suplemento previo a las elecciones y deberé encomendarme a la Santísima Muerte si en verdad deseo concluir esta tarde.
El sábado recibimos el verano con una helada lluvia chingaquedito, absolutamente inoportuna para hacer una mudanza.
La mudanza entera la hicimos entre mi suegro y yo. Cuatro brazos fueron más que suficientes para cargar bajo la lluvia una cama queen, dos sillones, un comedor, tres libreros, diez mil y un chácharas y un sin fin de recuerdos. Todo cabe en una troca sabiéndolo amontonar. Tres vueltas de Playas a Hacienda y al atardecer teníamos todos los muebles pesados amontonados en el piso de nuestra nueva casa.
Que deliciosas saben unas cervezas luego de poner a trabajar el cuerpo a marchas forzadas. Lo pesado fue desarmar y armar la cama para poder subirla por las escaleras.
La primera noche en nuestra nueva casa no fue precisamente reconfortante. El silencio que reina en ese sitio es tan penetrante, que acaba por ponerte nervioso ¿Que hay amigo al otro lado del silencio? preguntan los Ángeles del Infierno es esa bella balada heavymetalera que sin duda se le contagió a Morris, quien se la pasó toda la noche preguntándose que carajos habría del otro lado de esa ausencia total de ruidos y se dedicó a ladrar sin descanso. No durmió y por ende no nos dejó dormir. Estaba sumamente nervioso y cada que un leve susurro rompía el silencio, sentía la obligación de ladrar.
Hace mucho rato no tengo un sueñecito reconfortante de ocho o nueve horas. Anoche, inesperadamente, mi cuñada, sus dos niños y por la madrugada su esposo alemán, aparecieron por nuestra nueva casa pidiendo posada. Como pudimos los acomodamos en los sillones de la sala. Su historia es propia de gitanos, pero algún día con más tiempo e inspiración escribiré sobre ellos.
Ayer me di a la tarea de acomodar los libros y los discos que estaban desparramados en la alfombra del cuarto destinado ser el estudio. Aunque laboriosa, la tarea de acomodar este par de productos tan abundantes en nuestra casa siempre es reconfortante. Después de todo, los dos primeros trabajos de mi vida fueron en una tienda de discos y en una librería respectivamente. Los acomodé por editoriales con afán de lograr un poco de armonía en el color y tratando de seguir cierta línea temática. El negro de TusQuets, el crema de Anagrama y el blanco de Joaquín hacen un contraste interesante. Es importante determinar las parejas de libros que estarán destinados a vivir juntos en el librero . Pasarán mucho tiempo ahí, conversando o peleando, jalonénadose las pastas y las hojas como divas petulantes. Se me hizo un buen detalle colocar juntos Llama doble de Octavio Paz y Diario de un pendejo de Fernando Nachón. Un matrimonio interesante. Las ediciones más bellas de mi librero, un Quijote y una Divina Comedia, ambos regalo de mi abuelo, junto con las obras completas de Borges y un Aleph viejito de pasta dura, ocupan un lugar central. A Lejos del noise de Rafa Saavedra lo puse a convivir con la trilogía del escocés Irvine Welsh. Sospecho que se llevarán bien. Tengo una biblioteca interesante pero incompleta. Para bibliotecas la de mi abuelo, sin duda la colección privada de libros más grande de Monterrey y me atrevo a decir que la más grande del país en materia de filosofía. Sus criterios para acomodar libros son mucho más estrictos que los míos.
Con los discos no hay tanta bronca. Básicamente se dividen en metal (la inmensa mayoría) y no metal. Pero aún el metal lo subdivido. Primero las colecciones de los grandes dioses de mi Olimpo: Maiden y Sabbath. Después el metal clásico, Judas, Motorhead, DIO. Luego los géneros extremos death, black y grind. Después el metal progresivo o el progresivo ortodoxo. Ahí resalta la colección pinkfloydeana y Stratovarius. Punk, gótico e industrial ocupan otro espacio más o menos amplio. Hay un sitio destinado a rock comercial como Depeche, Radiohead, Morrisey The Strokes y otro al clasiquito como Rollin y Beatles. Más de una hilera completa está reservada para música clásica, tango, jazz y música de distintas partes del mundo. Estos discos son los que más escucha Carolina.
Ojalá las mudanzas fueran solo acomodar libros y discos. La vida sería inmensamente bella