Ángel me envía una nota sobre Paul Auster, uno de mis autores estadounidenses más admirados. En palabras del propio escritor, en Estados Unidos cada vez se traducen menos libros y se ven menos películas extranjeras, lo que equivale a un bloqueo intelectual y político. "Sin autores extranjeros, ¿dónde estaría la literatura? A García Márquez no se le podría entender sin Faulkner, ni a Joyce sin Flaubert", dijo el escritor ante el público que abarrotó el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
En España hay muy buena atención para los gringos marginales.La editorial Anagrama publica las mejores plumas malditas de Norteamérica empezando por Bukowsky. En Estados Unidos no hay atencion ni para ellos mismos. En dos ocasiones he estado en Providence Rhode Island, la tierra de mi admirado H.P. Lovecraft y resulta que nadie en el pueblo lo conocía ni sabía donde estaba su tumba. Cuando en el cementerio parnasiano de París pregunté por las tumbas de Sartre, Baudelaire y Cortazar, fui conducido de inmediato por el vigilante, que por supuesto sabía vida y obra de cada muertito. En cambio, nunca pude tomarme mi foto en la tumba de Lovecraft. Tengo amigos estadounidenses que no conocen al mismo Kerouac o a Burroughs. Ya no digamos a Auster. Faulkner les suena tantito, pero les aburre. En las librerías gabachas encuentras de todo y hay gente en extremo clavada en ciertos autores, he de reconocer. He conocido círculos muy limitados que se interesan por la literatura, pero un gringo promedio a trancazos conoce a Poe y solo porque en la primaria lo obligaban a recitar El Cuervo. Que podemos esperar del pueblo que tiene como presidente a un ignorante que confunde Eslovenia con Eslovaquia y que no ha leído un libro en su vida. Eso sí, a su Stepehn King no se los toques, porque se me ofenden.
En España hay muy buena atención para los gringos marginales.La editorial Anagrama publica las mejores plumas malditas de Norteamérica empezando por Bukowsky. En Estados Unidos no hay atencion ni para ellos mismos. En dos ocasiones he estado en Providence Rhode Island, la tierra de mi admirado H.P. Lovecraft y resulta que nadie en el pueblo lo conocía ni sabía donde estaba su tumba. Cuando en el cementerio parnasiano de París pregunté por las tumbas de Sartre, Baudelaire y Cortazar, fui conducido de inmediato por el vigilante, que por supuesto sabía vida y obra de cada muertito. En cambio, nunca pude tomarme mi foto en la tumba de Lovecraft. Tengo amigos estadounidenses que no conocen al mismo Kerouac o a Burroughs. Ya no digamos a Auster. Faulkner les suena tantito, pero les aburre. En las librerías gabachas encuentras de todo y hay gente en extremo clavada en ciertos autores, he de reconocer. He conocido círculos muy limitados que se interesan por la literatura, pero un gringo promedio a trancazos conoce a Poe y solo porque en la primaria lo obligaban a recitar El Cuervo. Que podemos esperar del pueblo que tiene como presidente a un ignorante que confunde Eslovenia con Eslovaquia y que no ha leído un libro en su vida. Eso sí, a su Stepehn King no se los toques, porque se me ofenden.