Tristes aniversarios
Hoy, hace 15 años, fui expulsado del Liceo Anglo Francés de Monterrey. Yo tenía 13 años y cursaba segundo de secunda-ria.
Decían que mi mala conducta era incurable, que era un reincidente compulsivo y me echaron fuera, así como así. Les valió madre que llevara siete años estudiando en esa escuela y que haya sido uno de los alumnos de la generación fundadora en 1981. Fue un golpe duro. Si todavía no era un adolescente problema, la expulsión me dio el empujón definitivo para serlo.
Casi todos los amigos de mi infancia y temprana adolescencia fueron compañeros del Liceo. Por lo tanto sería un pleonas-mo afirmar que casi todos los amigos de mi infancia y temprana adolescencia son un atajo de regios burgueses espantosamen-te aburridos y mojigatos.
En su momento eran mis únicos amigos y la pasaba bien con ellos, pero hoy a la distancia puedo asegurar que de haber po-dido escoger, me hubiera gustado mucho más crecer en otro ambiente. Por fortuna me exorcicé a tiempo. En parte la expulsión me ayudó. También la emigración a la Ciudad de México ese mismo año. Inicio un proceso intensivo de desaburgesamiento que me fue de mucho provecho. Pero la expulsión del Liceo fue una maldita injusticia. Y no, aún no la he perdonado. STILL SCREAMING FOR VENGANCE-
Un 9 de marzo de 1985 murió mi abuela. Hasta la fecha, es la única muerte que he llorado en mi vida. En verdad me dio tristeza. A lo largo de mi vida, en mi núcleo familiar y entre los distintos grupos de amigos ha habido muy pocas muertes que lamentar. De cualquier manera, la de mi abuela es la única que recuerdo y la única que me hizo llorar en serio. Las demás me han dejado indiferente.
Ella nació en Malaga en 1926, pasó los tres años de la Guerra Civil del 36 oculta en un cerro y en los últimos años de su vida hizo feliz mi infancia.
Y sí, el Eterno Retorno existe. Ahora mi familia busca retornar a la Madre Patria y hacer la ruta inversa de mi abuela. Mi madre y cuatro de mis tíos han obtenido la nacionalidad española. Yo no puedo. Debo por lo menos trabajar un año allá, pero eso es un círculo vicioso. Lo más fácil del mundo sería ir a estudiar una maestría en lo que sea y pasar un año comiendo jamón serrano mientras aguardo mi pasaporte comunitario, pero el tiempo como estudiante no cuenta. Mi primo Héctor ya estuvo y no se lo valieron
Yo he estado un par de veces en España, pero nunca he ido a Malaga a visitar la que fue la casa de mi abuela. Me gustaría ir, siento la necesidad de ir.