Reflexiones en torno a un Cerote que abandonó la izquierda
Es muy sano llegar a los conciertos con expectativas bajas. De esta manera, se obtiene por lo menos un antídoto contra la absoluta decepción y en algunos casos el saldo es favorable. Ese fue mi caso al salir del Auditorio Tijuana el sábado por la noche. Pese a mis críticas previas, el concierto de Cerati me gustó.
Carolina y yo llegamos por ahí de las 7:15 inmersos en un crepuscular estado oscilante entre la cruda que no se decidía a abandonarnos y las nuevas chelas que no acertaban a colocarse en el sistema neurotransmisor. Preferimos verlo sentados y agarramos un buen sitio.
Anticipaba que el músico argentino nos iba a recetar completito su nuevo disco y efectivamente así lo hizo. Cayó en el pecado de creer que la tortilla de más arriba es la más sabrosa, cuando las de en medio suelen estar más calientitas. Antes del concierto yo solo había escuchado Cosas imposibles y no se me hacía ninguna maravilla.
Pero hay que reconocerlo, las rolas me empezaron a agradar bastante. Me hicieron click y dije, “bueno pues no es tan Cerote a la izquierda su nuevo disco”. Esperaba más bocanadas, pero el Cerote fue tacaño. Solo Engaña y el imprescindible Puente. En contra parte, recompensó con cuatro sodazos, más de lo que yo esperaba, dos de ellos de viejísima escuela como Danza Rota y Sobredósis de Tv.
Lo mejor de todo fue que el buen Cerote tuvo a bien despedirse con Colores santos, tal vez mi rola preferida de su carrera como solista. Eso contribuyó a que al final mi sabor de boca fuera bueno.
La gente me había hablado del malísimo sonido del Auditorio y efectivamente, los rebotazos de la bocina me sonaban como pelota de basquet arrojada con fuerza contra una pared. Pero yo no soy un maniaco del sonido y pa que es más que la pura verdad, me valió un carajo la ausencia de alta fidelidad que por lo demás ni siquiera esperaba.
No hubo reventón after concert para nosotros. Traíamos mucha resaca del viernes así que apenas concluyó Colores santos, corrimos escaleras arriba y salimos por un lado del auditorio rumbo al estacionamiento. Pensé que la salida iba a ser un atas-cadero, pero antes de 20 minutos ya estábamos en casa.
Además en lo que respecta a mi, el Cerote cumplió su objetivo comercial. Su estrategia de mercadotecnia determinó que debía ir a Tijuana a promocionar su nuevo álbum, porque ahí se venderían boletos como pan caliente, promocionaría su nue-vo disco y lograría que la gente lo escuchara y lo comprara.
Visto de esa forma, el Cerote puede presumir misión cumplida con el ciudadano Daniel Salinas. Consiguió ser un gancho suficiente para motivarlo a comprar dos boletos y que acudiera al concierto, se tomara cuatro chelas, medio cantara las can-ciones que se sabía y por si fuera poco, ahí va el consumista Daniel al otro día, tarjeta en mano a la Comercial de Playas para comprarse el Siempre es hoy. Cerote puede estar bien contento. Me vendió el paquete completito. Sin ser fan, fui un cliente modelo.
Además, debo reconocer que el disco me agradó bastante. Las críticas malas que he escuchado me parecen infundadas. No podría decir que es inferior a Bocanada, simplemente es diferente. Bastante agradable. Pasamos la tarde en Rosarito en casa de mis suegros entre carne asada, cervezas frías y más de tres horas rolas ceratianas que se combinaron con el gran triunfo de mis Tigres contra los Rayos hidrocálidos. Al final de las cosas, debo decirle con toda honestidad al Cerote:_ “Gracias por venir” .