YO (ga)
¿Yoga o yo? Lo primero que te advierte la siempre
mentirosa contraportada, es que éste no
es un manual práctico sobre yoga ni tampoco un bienintencionado libro de
autoayuda. El detallito es que al cabo de 120 páginas, el nuevo libro de Emmanuel Carrère no parece ser mucho más que una
guía yogui y uno se pregunta si este ejemplar no debería estar en la sección holística,
en vecindad con Osho, Chopra y otros gurús baratos. La obra “deslumbrante y
desgarradora” que combina con maestría crónica, ensayo y autobiografía, se
limita en su primera parte a una explicación sobre diferentes técnicas de meditación
y yoga. El autor yace en un estricto
retiro espiritual en donde el voto de silencio
absoluto es inflexible y por momentos las páginas se vuelven tan lentas y estáticas
como las largas jornadas en posición de flor de loto. Luego, como no queriendo
mucho la cosa y de manera un tanto forzada, irrumpe en escena el atentado
contra Charlie Hebdo y de pronto, sin venir a cuento, asistimos al desbarrancadero
interior de Carrère, que parece coincidir con su desbarrancadero narrativo. Lo vemos
entonces en un hospital psiquiátrico recibiendo shocks eléctricos con su
matrimonio desmoronado y su estabilidad emocional naufragando en una tormenta.
Lo que al principio parece una sobrecarga de yoga acaba en una intoxicación de
yoísmo. Yo, yo, yo y solo yo. Its all about me. Demasiado ego, diría Charly
García. Claro, hay frases y conceptos
rescatables sobre el flujo del pensamiento, el ying y el yang aplicado a la
propia vida, pero cuando uno recuerda que este autor fue capaz de crear obras del
tamaño de Limónov o El adversario, la conclusión es que extravió el rumbo y la
comparación con los Ensayos de Montaigne o Confesiones de Rousseau le queda enorme.
Yo tenía entendido que una de las funciones de la meditación es combatir el
exceso de ego, fundir al individuo con el cosmos y bajarle tres rayitas a la
grandilocuencia, pero Carrère se obsesionó consigo mismo. Cierto, siempre ha
sido protagonista y le gusta salir a cuadro y robar cámara en sus propias
historias, pero esto es ya la borrachera de Narciso.
Pd- ¿Hay algún autor francés contemporáneo que
pueda considerarse libre del influjo de ese absorbente fenómeno que todo lo
envuelve llamado Houellebecq?