Eterno Retorno

Sunday, January 24, 2021

El ayunte de Nat con Andreas

 

Prometí comentar mis lecturas apenas llegara a la última página y aquí vamos con la segunda del año: Un amor, de la española Sara Mesa. Madrileña de nacimiento, sevillana por adopción (su acento de andaluza la delata), Sara es una escritora sui generis, en apariencia demasiado sobria, practicante de una  prosa austera, ajena a cualquier indicio de grandilocuencia o arrebato. Ni rastro de desbordes o  afanes poéticos en la serenidad de sus párrafos. Creo que es el tono ideal para el tipo de historia que narra. Le agradezco a  Sara haber hecho pedazos cualquier asomo de cliché o lugar común a la hora de escribir la historia de amor de su protagonista. Vaya, lo trillado hasta el empalague en los romances novelescos, son pasiones prohibidas, ardientes arrebatos eróticos, sublimes enamoramientos o chistoretas escenas corny  de comedia romántica, pero el amorío (o mejor dicho ayunte)  de Nat con Andreas podría ganar el título al más anodino e insustancial de la narrativa contemporánea y ahí radica su tremenda originalidad. Nat es una traductora treintañera que llega a vivir (o a refugiarse) a  un “pueblo chico infierno grande” llamado La Escapa en donde arrienda una casucha llena de desperfectos. Su compañero de vida es un perro huraño y aburrido llamado Sieso, carente de toda gracia. Su casero es cagante e invasivo, sus vecinos son mirones  chismosos y el villorrio me hace recordar el pueblo blanco de Serrat. Nat sufre con las goteras que infestan el techo de su casa y su casero se niega arreglar. Una tarde cualquiera  se presenta en su casa Andreas, quien le hace una propuesta muy simple: taparle todas las goteras a cambio de una cogida. La oferta es hecha de la manera más fría y distante imaginable, sin pizca de juego de seducción. Una vil transacción, un ordinario trueque: te arreglo el techo a cambio de que me “dejes entrar en ti unos minutos”. Me das, te doy.  Nat acepta. Andreas es algo así como la negación del amante prototípico: no es guapo, tierno, caballeroso, sentimental, romántico o pasional. Es hosco, distante, inexpresivo y cumple con estar apenas unos instantes dentro de ella. Es un ser de la estirpe del Mersault de Camus, callado y apático hasta la médula ¿es posible enamorarse de alguien así? Ahí radica lo atípico y anti convencional de esta novela. Acaso su centro neurálgico sea la imposibilidad de comunicarse y “traducir” sentimientos, lo infructuoso de huir y buscar un refugio, la necesidad de sentirse deseada. La atmósfera es tensa, oscura pero los demonios no acaban  de irrumpir en la superficie. A Sara Mesa la descubrí hace unos años con Cicatriz, una novela sobre un culto ladrón de tiendas que se obsesiona con una mujer a la que envía envueltas para regalo las cosas que roba, que van desde libros de ediciones carísimas a lencería fina y zapatos. Sin haberme aún volado la cabeza, puedo decir que ha valido la pena leer a Sara, pues siempre agradezco la rareza y el rompimiento de engranajes. Next in line: Declaración de canciones oscuras.