Te hiere la larga lista de los inmortales que murieron más jóvenes que tú. No los integrantes del estereotípico club de los 27 y los promotores del cliché de la muerte joven, sino de los que a tu edad ya habían vivido tres vidas intensas y yacían en un otoño con cara de invierno. Cuando uno lee El general y su laberinto de García Márquez, puede imaginar a Simón Bolívar como un viejo moribundo. Parte el alma leer cómo intentó sin éxito revivir con Manuelita Sáenz las acrobacias sexuales de antaño solo para concluir que los tiempos en que la manzana del placer era fruta fresca habían quedado muy atrás. La pasión ya es pura nostalgia en penumbra a la edad del Bolívar agonizante descrito por Gabo. Lo escalofriante es comprobar que el Libertador murió a los 47 años, es decir, solo dos más que tú. ¿Envejeció? Date cuenta, carajo: un tipo de tu edad es descrito como un cuerpo en ruinas para quien no hay más futuro que el lecho de muerte, mientras tú te aferras a mirarte a ti mismo como alguien a quien aún la falta mucho por vivir, el poseedor de un mañana casi ilimitado, cuando la realidad es que a estas alturas tu pasado ya es mucho más extenso que tu futuro. Ni hablar de Elvis. A diferencia de Morrison, Hendrix y la Janis, el Rey del Rock murió gordo y vejestorio, inmerso en la inocultable decadencia de quien vivió la vida como un tren bala, pero no murió tan a tiempo para aspirar a ser un bello cadáver. Vivió años de más y envejeció mal: Presley rechoncho, fofo y abotargado dando lástimas en Las Vegas, un cachetón decadente que olvida las letras de sus canciones y se cotonea torpemente sobre el escenario. To old for rock and roll, un pobre abuelo a quien sentó mal el envejecimiento, pero sucede que al derrumbarse en el baño después de pujar con ahínco para vencer su crónico estreñimiento, Pelvis tenía solo 42 años, tres menos que tú. El arte de ser decadencia. Ni hablar del club de los 39, redimido al menos por el oportuno asesinato capaz de conjurar la corrosión. Madero, Zapata, Che Guevara. Poe se murió de 40 cuando sobre su cuerpo habían pasado varios trenes y Baudelaire –sifilítico, demente, zarandeado por la vida- de 46, un año menos que Pessoa, quien también llegó en plan crepuscular. Su obra ya estaba escrita y el otoño apestaba a tiempo extra.
Wednesday, March 18, 2020
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