Confieso cierta debilidad por los Balcanes. Entre los mil y un países del mundo que me falta visitar, los de la ex Yugoslavia están en los primerísimos lugares de mi lista de los más deseados (hasta ahora lo más cerca que hemos estado ha sido República Checa).
Desde hace algún tiempo me ha dado por leer autores serbios, croatas y montenegrinos. Hace doce años leí Andjela de Vladimir Arsenijevic escrita con el apoyo de la Casa Refugio Citlaltépetl de la Ciudad de México, una guarida de escritores exiliados y perseguidos en sus países de origen. En los últimos tiempos he pepenado buena tinta balcánica en editorial Sexto Piso, donde Milorad Pavic ha sido una grata sorpresa, si bien la serendipia más rara ha sido La boca llena de tierra de Branimir Stepanovic.
Mi última adquisición ha sido una antología de cuentos croatas llamada A todos nos falta algo y pepenada (no podía ser otro lugar) en Libreria El Dia. Son diez cuentos escritos todos después del 2000 por colegas más o menos de mi edad. Hasta ahora una grata sorpresa.
Yo mismo escribí alguna vez mi propio cuento balcánico. Se llama Crevno (rojo en serbio) y se basa en la historia de los hinchas radicales del Estrella Roja de Belgrado que acabaron conformando comandos paramilitares de exterminio durante la guerra civil. Mi personaje ficticio se llama Pedrag Jerkovic, pero incluyo también dos personajes reales: el célebre mafioso Zeljko Raznatovic, el Tigre Arkan, y su esposa, la cantante de turbo folk balcánico Sveltana Raznatovic, conocida como Ceca.
Crevno está entre las decenas de cuentos que nunca he publicado ni hecho por publicar. A estas alturas no sé si alguna vez publicaré el cuento y si alguna vez visitaré la ex Yugoslavia. ¿Qué es más improbable? ¿Qué publique el cuento o que vaya a los Balcanes?
Saturday, January 24, 2015
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