Hace diez años, el 15 de julio de 2003, se murió Roberto Bolaño. En su caso no hay lugar a dudas: estos diez años han sido por mucho (pero por muchísimo) los más productivos de su carrera literaria. No solamente porque los libros que ha publicado muerto son casi tantos como los que publicó estando vivo, sino porque los libros que ha vendido y los elogios que ha cosechado en esta década, no tienen punto de comparación con la modesta cosecha que alcanzó en los 50 años que duró su vida. Es un fenómeno raro el de este chileno. Fue un hábil narrador, con malicia literaria y vocación iconoclasta. Un tipo al que vale la pena leer sin duda alguna. Hasta ahí vamos muy bien. Los problemas comienzan cuando brotan mentecatos afirmando que Detectives salvajes es la novela que Borges hubiera querido escribir, o que Bolaño es el nuevo Cortázar y que su influencia en las letras hispanoamericanas es equiparable a la de un García Márquez. Ahí fue donde la puerca torció el rabo. Es buen narrador, sí, pero no creo que haya llegado a innovar, romper o fundar nada. ¿Puede alguien explicarme dónde está su innovación? A lo mejor ustedes leen algo que yo no alcanzo a ver. Me queda claro que antes de Rayuela no se había escrito nada ni medianamente comparable y aunque no soy un fan del Gabo, puedo entender que Cien años de soledad haya marcado un antes y después. De Borges creo que no necesito agregar nada. Su universo sólo puede ser construido en la cabeza de un genio y la verdad es que de un genio a un buen escritor hay un abismo de distancia. Bolaño, aunque les pese, es simplemente un buen escritor y nada más. Puedo entender que te guste mucho Detectives salvajes y Putas asesinas, pero con franqueza sigo sin entender dónde radica la supuesta condición de parte aguas de la obra del chileno. Creo que lo suyo es un proceso póstumo de norteamericanización llevado de la mano de un hábil agente que ha conseguido llenar un vacío en la figura del latinoamericano rebelde que necesitaban cubrir los lectores gringos. En Estados Unidos se le ha magnificado como una suerte de Rimbaud sudaca; un perseguido político, un demencial prófugo adicto a la heroína que se atrevía a desafiar a las vacas sagradas del pandemonio literario. Nada de eso fue Bolaño. Si a verdadera innovación técnica vamos, creo que tiene más méritos un Ricardo Piglia o incluso un César Aira. Bolaño jamás logró, por ejemplo, la arquitectura y la musicalidad prosística de un Daniel Sada ni construyó un universo tan intrincado como el de un Mario Bellatin. En cualquier caso, siempre me queda la duda sobre lo que habría sido de Bolaño si aun viviera ¿Qué libros habría escrito? ¿Estaría colocado en este momento en su justa dimensión? ¿Se sentiría contento con la condición de rock star a la que ha sido elevado en Estados Unidos? Son las dudas que tengo mientras aguardo la llegada de un “nuevo” libro póstumo. DSB
Monday, July 15, 2013
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