SAURIO CORTADO
El cuchillo que va a amputar mi pierna será colocado cuatro centímetros y medio por debajo de la rodilla. Le pedí al médico que me señalara el punto exacto y entonces lo marqué con un plumón. Después me quedé mirando mi extremidad, tratando de imaginar cómo lucirán los saurios una vez que sean rebanados. El saurio de la luna quedará cortado casi exactamente a la mitad. Sobrevivirá la parte inferior del cuerpo y la larga cola con punta de tridente, pero se perderá su hocico de afilados dientes y las garras en donde sostiene la luna. Con el saurio del árbol, en cambio, lo que se perderá es la cola con punta de espada, pero permanecerá la cabeza cornuda y sus garras que bifurcan en las ramas de árbol de la vida. El saurio crucificado también quedaría sin cola, pero se conservaría parte de la cruz y su cabeza sangrante bajo la corona de espinas. El que se perderá por completo es el saurio de fuego, enroscado en mi pantorrilla como una serpiente en espiral y el saurio de los ases de espadas en mi pie. También se perderá casi por completo el amorfo saurio fundacional que parece estar rayado con un plumón opaco y cuyo valor sentimental no solamente radica en el hecho de ser el tatuaje más antiguo bajo mi piel, sino también el primer tatuaje que el Wizard elaboró en su vida.
Esta tarde he estado platicando con el cirujano que amputará mi pierna derecha. La cirugía ha sido programada para mañana a las 9:00. Cuando amanezca despertaré aun con mis dos piernas y con la saga del saurio representada en plenitud bajo la piel de mi extremidad, pero al llegar al medio día la mitad de esa pierna ya no estará unida a mi cuerpo. Bajo mi piel habrá tres saurios cortados cuyo cuerpo se doblará sobre un muñón. Frente al cirujano traté en todo momento de mostrar una actitud de burocrática indiferencia, como si discutiera con un carpintero sobre los cortes necesarios para arreglar un mueble defectuoso. Desconozco cuántas amputaciones realice un cirujano promedio en su carrera y no sea si sea común que sus pacientes les hagan ese tipo de preguntas tan explícitas. El cirujano me explicó, con cierta incomodidad, que primero utilizaría un bisturí para cortar músculos y ligamentos, identificar nervios y posteriormente ligar vasos. La parte final sería el corte del hueso, lo cual se hace con una sierra. Después de seccionar el hueso, se debía proceder a redondearlo con una lima ósea. El arte de un buen cirujano está en dejar un muñón funcional y ajustable a la prótesis para que pronto pueda reiniciar mi vida activa. Le expliqué entonces al cirujano que el tema de mi prótesis no me preocupa demasiado pues hasta ahora no he pensado en ese detalle. Cuando le expliqué que el principal motivo de mi angustia es saber que tres de mis tatuajes quedarán cercenados, el médico me dedicó una mirada que combinaba lástima e incredulidad. Yo no estaba dispuesto a rendirme y le pedí que evaluara la posibilidad de recorrer el corte de la pierna unos seis centímetros hacia abajo, de manera que pudiera conservar íntegros al saurio de la luna, al saurio del árbol y al saurio fundacional. De acuerdo, me había resignado a perder por completo al saurio de fuego sobre mi pantorrilla y también al saurio de los ases de espadas que lucía en mi empeine, pero si se podía hacer un esfuerzo por salvar al resto de los saurios, yo estaría eternamente agradecido. El cirujano se me quedó mirando, como si evaluara la pertinencia de ofrecer una respuesta científica a semejante petición. Me indicó, mostrando cierto fastidio, que la longitud de la parte amputada no se elige al azar. La consigna es separar del cuerpo la parte afectada por la gangrena. Reducir la parte seccionada tan solo aumenta el riesgo de un rebrote de la gangrena, lo que derivaría en un traumático proceso de reamputación, algo en absoluto recomendable y un riesgo que no correría por algo tan banal como… se quedó callado unos segundos. Por un asunto que no es de vida o muerte como un adorno personal que a estas alturas es lo que menos importa. Con esto dio por terminada la conversación dándome un apretón en la mano derecha que indicaba su negativa a discutir más sobre ese asunto.