Hay libros que te agarran de las patas, de la cabeza y del alma y te sacuden como ciclón. Hay libros que en algún momento de la lectura te espetan a la cara: “no vas a olvidarme fácilmente”. Hay libros que no puedes soltar así como así y que más temprano que tarde te harán ceder al vicio de la relectura. La mejor forma de iniciar 2012 ha sido con una lectura de esas. Un libro extremo. Un libro que me pateó fuerte. Se llama La Carretera y lo escribió Cormac McCarthy. Lo paradójico del caso es que este libro tenía dos años arrumbado en mi librero sin que a la fecha le hubiera puesto la mayor atención. Las joyas que uno guarda sin saberlo. Cuando al principio leí la frasecita de portada, “Esta novela está llamada a ser una de las grandes obras de la literatura universal”, escrita por Diego Gándara de La Razón, me pareció grandilocuencia innecesaria, pedantería promocional. Ahora al concluir la lectura, debo reconocer que no anda nada errado. Eso sí, de entrada debo admitir que este libro me ha pateado duro porque ha tocado la fibra de la paternidad. Tal vez si lo hubiera leído antes del nacimiento de Iker, habría dicho que es una gran obra, muy bien construida, pero no me hubiera sacudido tan fuerte en lo sentimental. Vaya, creo que se necesita ser padre para poder sentir con toda intensidad el espíritu de este libro inmortal. Confieso que el libro me afectó en lo emocional. El amor de un padre a su hijo en un planeta devastado en donde cada día es un ritual de supervivencia en condiciones adversas. Debe ser difícil ser un escritor estadounidense y titular a tu novela The Road. Demasiado arriesgado ponerse a la sombra de la odiosa comparación con un clásico generacional, sagrado cliché de lo beatnick como On The Road de Kerouac. Pero la obra de Cormac McCarthy es punto y aparte y si de buscarle parientes en la literatura norteamericana se trata, creo que un primo de sangre sería El País de las Últimas Cosas, de Paul Auster. Fantasía apocalíptica pura. De una u otra forma, es el tipo de mundo que imaginé cuando escribí el cuento Fotógrafo de Niños Calvos para la antología Diarios del Fin del Mundo de Recolectivo. Un mundo destruido y moribundo en donde rige la ley de la supervivencia. ¿Por qué me alucinó tanto La Carretera? Creo que en narrativa la clave es la creación de una atmósfera, un clima, un estado de ánimo capaz de contagiarse en cada página y eso lo consigue McCarthy desde los primeros párrafos. Como lector de inmediato me sumergí en ese universo apocalíptico. La atmósfera es opresiva, pero contundente. Apenas has comenzado y ya estás envuelto en el libro. El ritmo de la prosa, duro, seco, contundente, con frases cortas y desnudas al igual que los diálogos, poblado de imágenes oscuras, descripciones en donde el horror es siempre una intuición que se revela en imágenes de pesadilla, como flashazos infernales. Sí, es un libro muy oscuro, una pesadilla angustiante y sin embargo hay tanto amor en él. Mucho más que en una novela romántica. Tal vez el libro que más me ha influido en lo sentimental en los últimos tiempos. Insisto, creo que si hubiera leído esta novela antes de la llegada de Iker, no me hubiera sacudido de esa forma. No cabe duda que la paternidad lo cambia a uno.
Sunday, January 15, 2012
Hay libros que te agarran de las patas, de la cabeza y del alma y te sacuden como ciclón. Hay libros que en algún momento de la lectura te espetan a la cara: “no vas a olvidarme fácilmente”. Hay libros que no puedes soltar así como así y que más temprano que tarde te harán ceder al vicio de la relectura. La mejor forma de iniciar 2012 ha sido con una lectura de esas. Un libro extremo. Un libro que me pateó fuerte. Se llama La Carretera y lo escribió Cormac McCarthy. Lo paradójico del caso es que este libro tenía dos años arrumbado en mi librero sin que a la fecha le hubiera puesto la mayor atención. Las joyas que uno guarda sin saberlo. Cuando al principio leí la frasecita de portada, “Esta novela está llamada a ser una de las grandes obras de la literatura universal”, escrita por Diego Gándara de La Razón, me pareció grandilocuencia innecesaria, pedantería promocional. Ahora al concluir la lectura, debo reconocer que no anda nada errado. Eso sí, de entrada debo admitir que este libro me ha pateado duro porque ha tocado la fibra de la paternidad. Tal vez si lo hubiera leído antes del nacimiento de Iker, habría dicho que es una gran obra, muy bien construida, pero no me hubiera sacudido tan fuerte en lo sentimental. Vaya, creo que se necesita ser padre para poder sentir con toda intensidad el espíritu de este libro inmortal. Confieso que el libro me afectó en lo emocional. El amor de un padre a su hijo en un planeta devastado en donde cada día es un ritual de supervivencia en condiciones adversas. Debe ser difícil ser un escritor estadounidense y titular a tu novela The Road. Demasiado arriesgado ponerse a la sombra de la odiosa comparación con un clásico generacional, sagrado cliché de lo beatnick como On The Road de Kerouac. Pero la obra de Cormac McCarthy es punto y aparte y si de buscarle parientes en la literatura norteamericana se trata, creo que un primo de sangre sería El País de las Últimas Cosas, de Paul Auster. Fantasía apocalíptica pura. De una u otra forma, es el tipo de mundo que imaginé cuando escribí el cuento Fotógrafo de Niños Calvos para la antología Diarios del Fin del Mundo de Recolectivo. Un mundo destruido y moribundo en donde rige la ley de la supervivencia. ¿Por qué me alucinó tanto La Carretera? Creo que en narrativa la clave es la creación de una atmósfera, un clima, un estado de ánimo capaz de contagiarse en cada página y eso lo consigue McCarthy desde los primeros párrafos. Como lector de inmediato me sumergí en ese universo apocalíptico. La atmósfera es opresiva, pero contundente. Apenas has comenzado y ya estás envuelto en el libro. El ritmo de la prosa, duro, seco, contundente, con frases cortas y desnudas al igual que los diálogos, poblado de imágenes oscuras, descripciones en donde el horror es siempre una intuición que se revela en imágenes de pesadilla, como flashazos infernales. Sí, es un libro muy oscuro, una pesadilla angustiante y sin embargo hay tanto amor en él. Mucho más que en una novela romántica. Tal vez el libro que más me ha influido en lo sentimental en los últimos tiempos. Insisto, creo que si hubiera leído esta novela antes de la llegada de Iker, no me hubiera sacudido de esa forma. No cabe duda que la paternidad lo cambia a uno.
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