Un magnicidio no consumado también es muy rentable políticamente
Otra
vez esa angustiante certidumbre, esa culerísima sensación de que todo
absolutamente se irá sin escalas a la chingada en este mal día. Vuelve la
sensación de febrícula y esa traidora taquicardia hasta ahora desconocida. Has
estado en muchas situaciones comprometedoras con mil y una dificultades, pero
lo de esta tarde huele a trampa vil.
El
calvo del radio rojo es demasiado estereotípico para fungir como señuelo. Los
infiltrados del Reverendo suelen ser más discretos, pero hoy el tipejo hasta se
permitió sonreírte. Fue una sonrisa discreta, es cierto, pero en ella no viste
complicidad sino burla. Ese pinche pelón se está cagando de la risa de ti.
Pasaste
por el detector de metales como si nada, con tu Beretta clavada en la bolsa
interior y el cacheo, ejecutado por el pelón, fue un mal chiste. Cualquiera se
habría dado cuenta que es fingido. ¿Cuánta gente exactamente está coludida para
dejarte entrar?
Por si
fuera poco, una vez adentro te topaste con la tipa del Honda calentón a la que
ayudaste en la garita. Jamás te imaginaste que esa doña pudiera colarse en
primera fila a un evento presidencial. Lo catastrófico es que la tipa es
reportera y viene decidida a entrevistarte. ¿Será también esta pendeja una
infiltrada del Reverendo? ¿Qué pinche rol juega en la representación? Su cercanía te saca de balance.
Admítelo:
estas bien pinche nervioso. La canija reportera es un hueso duro de roer y no
se da por enterada cuando la mandas al carajo de mala manera. Estos nervios no
son normales. De pronto pareces tenerlo clarísimo: el Reverendo te puso ahí no
para consumar un magnicidio, sino un intento fallido. Estás aquí para fallar.
Un magnicidio no consumado también es muy rentable políticamente y a Trump le
vendría de mil maravillas. Ahora solo resta averiguar si el montaje diseñado
por el Reverendo contempla que seas capturado vivo o si el calvo del radio rojo
te volará la cabeza cuando apenas intentes extraer el arma.