El embrujo de la Copa FA
Hay una suerte de embrujo o encantamiento en el espíritu de la Copa FA de Inglaterra. De entrada, la heráldica y el traje de luces que viste al torneo futbolístico más antiguo del planeta. Saber que está en disputa una copa jugada desde 1872. Más de siglo y medio de historias ruedan con ese balón. Anécdotas de victorianos lords con boina y saquito partiéndose el alma bajo la lluvia en campos enfangados, disputando una durísima pelota de cuero que era como una roca al tacto. Pero además del blasón y la prosapia de la competencia, de la hechura tan sobria y elegante del trofeo entregado por el príncipe tras subir los 107 escalones de Wembley, me emociona su naturaleza inclusiva. Vaya, estamos hablando de un torneo en donde participan más de un centenar de equipos de todas las divisiones. Desde los multimillonarios de la primer hasta humildes equipos semi amateurs de pueblitos que juegan en la quinta división y una tarde cualquiera le dan un susto a un gigante. Esa es la esencia de los torneos de copa (podría hablarles de la Copa del Emperador de Japón y sus cientos de participantes, pero esa es ooootra fascinante historia de la que luego les platicaré). En fin: cuánto extraño en México el futbol de las divisiones de ascenso. La Copa Inglesa tiene un alma de la que cada vez nos alejamos más en nuestro país. Eso sí, debo confesar que me recaga y me ofende que hayan cedido al brillo de los petrodólares y hayan prostituido su nombre llamándola Emirates Cup. Los jeques lo corrompen todo.
Y en cuanto a este partido, solo puedo decir que me emocionó la hazaña del Crystal Palace, un equipo que en 120 años de historia jamás había ganado un título de primera división. Más de 900 millones de libras separan al Crystal Palace del Mánchester City, pero las finanzas se evaporan frente a un arquero del tamaño de Henderson. El efecto emocional de un penal atajado en una final es siempre contundente y agiganta al portero. Heroico lo del colombiano Dani Muñoz o del japonés Kamada, un auténtico Tánjiro cazando demonios. Increíble ver como una bestia goleadora como Haaland se achicopala tan drásticamente en juegos decisivos. Y bueno, mención aparte merece Pep Guardiola, el auténtico Caballero de la Triste Figura. Podrá ser uno de los técnicos más exitosos del mundo, pero siempre lo he interpretado como tipo esencialmente melancólico, con cierta vocación trágica. Y más de una vez como hoy, he visto a sus equipos ejecutar sus mágicas danzas de toque y toque con 80% de posesión de balón e incapaz de vulnerar a una defensa con los tanates bien puestos.
Por historias como estas es que adoro el futbol. Siglo y medio de épica brillarán esta noche en el Palacio de Cristal.