Eterno Retorno

Tuesday, June 03, 2025

mutarán en prematura tiniebla y los derrumbes, ensayos y redes duermeveleras retornan por un día ...


 

Junio y sus cielos nublados, su mar plomizo y la hierba, ahora seca, que no acierta a moverse metafóricamente.  En el 30 aniversario de Left Hand Path me sentí en un templo satanista old school con una suerte de Baronesa Blavatsky y yo en plan de “si este ha sido siempre mi camino cainita de la mano izquierda..." aunque en lugar de un Baphomet había tatuajes o bordados del Atlante. En la pizzería evoqué enciclopedias de animales: bueyes almizcleros de la tundra, carreteras empapadas coronadas por rayos, intensidades que no retornarán. La tundra: un reno en ruta por un suelo poblado de líquenes y charcos helados. El mar de los búfalos le llamaba yo. Mar helado y oscuro de los búfalos. 

***************

Puentes peatonales sobre la vía rápida infestados de canallada infame y burdísima leperada. Puentes sobre el Río Tijuana, gentuza yaciente en los recovecos. El más reciente pez de la red duermevelera escapó en el último minuto y volvió al surrealista océano que todo lo devora. 

******************

Delirios de Noche de San Juan. Noche entera en el trolley (¿o era el Amtrack?) Una supervisora me sorprendió en calidad de polizonte y en nada me abonó mostrarle boletos viejos en mi percudida cartera. De poco sirvió dejar caer una horda de mugrero y papelitos al suelo. Viajaba sin un boleto y ahora debía ser multado. El problema es que el lugar a donde debía acudir a pagar la multa estaba hasta casa de la rechingada y no quedaba claro cómo regresaríamos de ahí. Era una suerte de burocracia castigadora, joderte y hacértela difícil para que no volviera  a ocurrírseme la idea de viajar de gorra. En la estación, rumbo a la frontera sur, me habría separado de alguien pero no logro recordar de quién. Después la gran pantalla de una computadora Mac y esa suerte de frontera siempre oculta, la onírica garita donde te exigen pasaporte para entrar y salir de mi red duermevelera. 

******

Intercontinentalidad bajo palabra ¿Así que China era eso? Planear viajes transoceánicos colgado de un confortable precipicio, sujeto de una raíz o una rama (similar al barranco de lodo que escalé anoche cuando descendía en reporteril correría por la colonia Juárez y me preguntaba de qué profunda manga me sacaría mis cuatro notas del día, pero eso fue ayer y no mañana). Lo de hace unos minutos, ya quedamos, fue China, la China post Covid a donde por iniciativa mía arrastré a un politiquete cualquiera. No recuerdo quién era mi compañero en el bufet del hotel donde nos serviríamos el arroz con mil madres y el chop suey de una mesa circular y solo entonces reparaba en la ausencia de cubrebocas y en que ahí, justamente ahí comenzó la catástrofe e imaginé alimentos infectos mientras veía una escuálida pierna con polio, pero mis temores se diluían cuando encontraba al viejo del servicio exterior, algún don becado eterno, alto canoso y muy amable que me abrazaba efusivamente feliz de verme por China y yo pensaba entonces en las grandes becas diplomáticas y en la vida en los consulados sin reparar en qué momento acabé recorriendo unos patios fiscales en Barcelona con sugerida vista al Mediterráneo, una suerte de aduana portuaria y como un flashazo irrumpió la conciencia de que en esa tierra catalana habita mi hermano y que lo deseable sería ir a verlo y a lo mejor permanecer ahí, quedarme un rato a disfrutar esa intercontinental liberación y darle duro a la hilacha mientras los retardados amaneceres de noviembre nos recuerdan que la próxima semana mutarán en tiniebla prematura y los derrumbes, ensayos y redes duermeveleras retornan por un día al páramo digital después de arrastrar su catástrofe de caligrafía por libretas bogotanas y cartográficos cuadernos.