Eterno Retorno

Friday, September 20, 2024

La biblioteca del sello kanji

 




En una vida paralela yo debí ser bibliotecario. Habría sido mi trabajo ideal.  Las cosas que más me relajan en el mundo son jugar futbolito y ordenar (o desordenar) los libros. Repasarlos, hojearlos, releer páginas al azar y reacomodarlos en el librero es terapéutico. Me basta hacerlo unos minutos para sosegar demonios internos y poner mi cabeza en armonía. Derivado de ello, he descubierto hace poco mi terapia ideal, el más fascinante ritual de ocio y procrastinación imaginable. Estando en Kioto, Carol me mandó hacer un sello rojo con mi nombre en caracteres kanji. En un principio la idea era que el sello acompañaría mi firma en presentaciones de libros. Sin embargo, he caído en cuenta que mi sello kanji será la marca que acompañará a todos los libros de mi biblioteca personal. Así las cosas, me he dado a la tarea de irlos marcando poco a poco. No tengo prisa alguna. Tal vez me tarde meses o acaso años. Se trata de una terapia relajante, no de una manda contrarreloj. Por lo pronto he comenzado con clásicos, libros antiguos o ejemplares significativos. Toda biblioteca encarna una ruta de viaje, una cartografía personal. Una biblioteca personal es una biografía paralela.  Todos los libros de mi biblioteca están llenos de marcas. Muchos tienen subrayados, anotaciones, dibujitos, por no hablar de los papelitos que fungen como improvisados separadores: boletos, notas de consumo, flyers, tarjetas de presentación. El sello kanji simplemente los uniformará como parte de la misma armada, integrantes de una variopinta y contrastante cofradía. El día cada vez más cercano en que yo muera y mi biblioteca yazca arrumbada en alguna feria de libros antiguos o en algún remate, podrán entretenerse buscando los sellos rojos y descifrando jeroglíficos.