Japón sigue leyendo
En Japón la gente lee. Por segundo año consecutivo he emprendido este ejercicio y los resultados son idénticos. Me he encontrado decenas de personas de todas las edades inmersas en el embrujo de un libro abierto. Basta subir a un vagón de tren o de metro para encontrar por lo menos a una persona leyendo. Tecnología digital les sobra en este país, pero aún hay muchos que siguen siendo felices con el papel. Tal vez cometo una invasión de la privacidad al fotografiarlos furtivamente, pero en cualquier rincón de este mundo siento que un lector, por el solo hecho de serlo, es mi cómplice y secuaz. No puedo entender lo que leen pero vaya que entiendo la magia de su abstracción. De una forma u otra, somos integrantes de la misma tribu, de una suerte de guerrilla de resistencia. Paradójicamente yo en Japón leo poco, pues estoy demasiado embobado leyendo el entorno. En Japón la gente lee y yo trato de leer sus calles, sus templos, sus bosques, sus laberínticas estaciones y esa suerte de mística ceremonia en que puede convertirse el más simple y cotidiano de los actos. En Japón la gente lee y su país es hoy en día mi libro favorito.