Eterno Retorno

Tuesday, January 09, 2024

Manchas de pasto y lodo bávaro

 


No vi con uso de razón el Mundial 74 y sin embargo sospecho que de alguna forma lo absorbí. Yo tenía tres meses de edad cuando el balón empezó a rodar en Alemania e intuyo que a unos metros de mi cuna debe haber habido una tele encendida. Tigres acababa de ascender a primera división y yo padecía la resolana sin sombra de mi primer verano regio mientras mis padres preparatorianos hacían de cada día un ritual de incertidumbre enfrentando el mundo con muchas más dudas que certezas. En medio de ese mundo raro e incierto habría una tele encendida dando cuenta de épicas batallas sobre pastos germanos. Ignoro si aquel domingo 7 de julio mi siempre futbolero padre vio cerca de mi cuna la final que enfrentó a los dos jugadores más soberbiamente cerebrales que ha dado la historia del fútbol, dos directores de orquesta tocando instrumentos, dos estrategas corriendo por campo: Johan Cruyff y Franz Beckenbauer, acaso los dos jugadores más inteligentes que ha dado este bellísimo deporte. Creo que ambos nacieron directores técnicos y definían la estrategia mientras corrían por la cancha. Desde Die Mannschaft o la Mecánica Naranja, desde el Bayern o desde el Ajax, este par de capitanes definieron la década de los setenta y trazaron el umbral del futbol moderno. No es casualidad que ambos intercambiaran sus camisetas de capitanes aquel 7 de julio: La camiseta blanca con el águila negra de Franz está en casa de los Cruyff y la camiseta naranja con el leoncito negro de Johan está en casa de la familia Beckenbauer. Hoy sus dueños se han ido. Ayer dijo adiós el Káiser, la última gran leyenda futbolística del Siglo XX. Lo suyo no fue la garra ni la picardía, sino la precisión y la elegancia. Fue el lector futurista del juego, como esos ajedrecistas que mueven sus piezas mentalizando cinco jugadas adelante. El Káiser jugaba sabiendo de antemano lo que haría su oponente. Dicen que no sudaba, que perpetuamente despeinado lucía elegante y que ni siquiera jugando con el brazo roto hizo muecas de rabia o dolor. Inventó el concepto del líbero y nos enseñó que un defensa con visión de campo es siempre el mejor atacante. En este año cuatrero se cumple medio siglo de ese mundial y la pelota que hoy rueda aún está impregnada de pasto y lodo bávaro.