miramos como el tren bala del futuro nos deja abandonados en el desierto
Muchos años después,
cuando el futuro ya ha quedado muy atrás, retorno a Crónicas Marcianas de Ray
Bradbury. Cuando yo estaba en segundo de primaria, a principios de los 80, mi
madre me leyó este libro. Recuerdo lo que para mí significaban entonces las
fechas de los relatos. La primera crónica, El verano del cohete, está fechada
en enero de 1999. Entonces faltaban poco menos de dos décadas para el fin del
milenio y para mí, con ocho años de edad, aquello significaba el lejano e
inabarcable futuro. Nathaniel York emprende el primer viaje en 1999 y la colonización
de Marte comienza en 2001. La última crónica, El picnic de un millón de años, está fechada
en 2026, o sea, dentro de tres años. Bradbury publicó este libro en 1950, pero
la mayoría de las crónicas las escribió a mediados
de los 40, cuando faltaba medio siglo para la primera expedición de Marte.
Acaso Ray realmente pensaba que llegado el Siglo XXI habría colonias
espaciales. Yo mismo lo creía en 1981. Hoy Elon Musk está obsesionado con
organizar paseos al planeta rojo, pero no sé si le alcance la vida para fundar
una colonia por esos rumbos. El ejemplar de Crónicas Marcianas pepenado en la
Feria del Libro Antiguo, es una edición argentina de 1974 en editorial
Minotauro prologada por el mismísimo
Borges. El gran Georgie habla de la forma en que la edad antigua Luciano de
Samosata y Ludovico Ariosto imaginaron los viajes a la Luna y los selenitas. Desde
hace milenios fantaseamos con esa ficción llamada futuro. El detalle es que hoy
el futuro parece correr más rápido que nuestra capacidad de fantasearlo. El
futuro pisa el acelerador cada vez más a fondo. No duran lo mismo 50 años en el
Siglo XX que en el XXI. En la California
de la posguerra, Bradbury viajó medio siglo al futuro e imaginó colonizaciones
espaciales. Situado en este lugar y en este momento ¿cómo imaginas las crónicas
terrícolas del 2073? Tal vez no tenemos que irnos tan lejos. Acaso dentro de
una década la inteligencia artificial sea la única responsable de gestionar negocios,
administrar servicios y generar infraestructura en un mundo robótico poblado
por impresoras de ADN, en donde los cerebros de los ricos tendrán implantes de
nanochips y la desigualdad biológica empiece a sentar sus reales mientras una caterva de primitivos humanos
primitivos asilvestrados miramos como el tren bala del futuro nos deja
abandonados en el desierto.