Eterno Retorno

Sunday, July 30, 2023

Central camionera

 


Hace ya algunos ayeres fui un adolescente mochilero que peinó un titipuchal de centrales camioneras a lo largo y ancho del país. Desde que en verano de 1988 me fui con mi amigo Jordi desde Monterrey hasta Chiapas por la ruta de Veracruz y Tabasco, el jet de la pradera se convirtió en mi hábitat natural por los siguientes diez años. Alguna vez, en diciembre de 1996, viajé de Boston hasta Monterrey en Greyhound. Había desarrollado un buen callo camionero, pero desde que vivo en Tijuana el avión sentó sus reales y en el actual milenio los viajes en autobús se han limitado a la Riviera Maya. Así había sido, hasta que en mi última escapada a Chihuahua volví a subirme al camionazo para llegar hasta Parral. Aquello fue como un viaje a una dimensión moribunda. Cuánta desolación y abandono se respira en las centrales camioneras chihuahuenses. La de Chihuahua capital me pareció un mórbido elefante blanco, pero las de Delicias, Jiménez, Camargo y sobre todo la de Parral rayan en lo espectral, una suerte de wéstern macabro. Solo el polvo, los fantasmas y un triste guarumo intentan conjurar la densidad de la resolana.

Es un negocio en bancarrota?

Tan fuerte les pegó el abaratamiento del avión? O es acaso que las carreteras se han vuelto peligrosas?

Lo entiendo en ciudades grandes, pues viajar en autobús de Chihuahua a Tijuana cuesta el doble que hacerlo en avión, pero hay demasiadas zonas del país donde no hay un solo aeropuerto en muchos kilómetros a la redonda.

Denso es el polvo y fuerte es el silencio en las centrales camioneras. Nada, nadie y las vírgenes de los altares parecen morir de aburrimiento bajo el sol castigador de un verdugo atardecer.