Para los niños que nacerán dentro de 50 años seremos el equivalente a neandertales
Día de esa gran ficción que aún seguimos
llamando trabajo. Hoy es 1 de mayo y yo pienso en el abuelo que a sus setenta y
muchos años hace esfuerzos por empacar tu compra del supermercado frente a una
caja registradora cuya cajera pronto será sustituida por una máquina. En el
ocaso de su vida, el único horizonte posible del abuelo es salir a pepenar la
morralla sobrante que puedas darle. ¿Cuál es su historia? Puedes intuirla:
migraciones y deportaciones, empleos precarios, entornos violentos, ilusiones
náufragas y al bordear la línea de los 80 años, salir a la calle a jugarse
entero por diez pesos. Esa es la historia de millones de seres en el planeta:
salir a buscar desesperadamente la moneda que te permitirá vivir un día más.
Haríamos bien en mirarnos en su espejo,
pues ni a ti ni a mí nos han blindado
contra ese futuro. No, ni tú ni yo tenemos red de protección contra las
malquerencias de un mundo cada vez más voraz. El tren bala de la Historia sigue implacable
su desquiciada carrera a ninguna parte mientras el abuelo empaca tu mandado.
Anda, háblale al viejo empacador de tu mentalidad de emprendedor, de las
bondades de la meritocracia. Dile que
solo los flojos son pobres y que en tu red neuronal de ambicioso tiburón ya has diseñado la innovadora starup que
revolucionará Silicon Valley. Recomiéndale leer los twits de Salinas Pliego,
Padre rico pobre y La rebelión de Atlas
de Ayn Rand. Cuéntale tus ilusiones ridículas. En orden de probabilidades,
estás muchísimo más cerca de vivir el destino del viejo empacador que de
transformarte en el próximo Elon Musk.
El 1 de mayo es una caduca herencia de
la Revolución Industrial, la sublime sangre de los mártires de Chicago haciendo
germinar derechos y garantías laborales. Recuerdo cuando aún se valía soñar con
una clase obrera orgullosa y digna, capaz de ilusionarse con los cimientos firmes
de un estado de bienestar, con jubilación, seguridad social, acceso a vivienda
y educación. Fue casi idílico en el Siglo XX pero hoy la clase obrera es la
sombra de un muerto caminando. El proletariado es un ente agonizante y
desahuciado.
Hoy nos queda por herencia la casta de
los prescindibles, los cientos de millones de seres que no alcanzaron ni un
mísero lugarcito en el engranaje de esa gran ficción llamada cadena productiva.
Seres que en su desesperación emigran, saltan muros y cruzan mares en balsas de
troncos porque alguien les dijo que allá en el hemisferio boreal aún hay ubres
de las que mana algo parecido al sustento.
La cadena productiva demanda sangre
joven: merolicos de call center que sueñan con ser youtubers; repartidores de
Uber eats que una noche lluviosa mueren destripados en la carretera sin haber
podido materializar sus ambiciones influencers; tiradores de droga en antros de
moda y sicarios bebés inmolados a ritmo
de peso pluma.
Disfrútalo mientras dure, pues a los 26 años
serás demasiado viejo. Acaso estamos inmersos en una transición mucho más
radical que el final de la Edad Media en la era de las exploraciones o la
irrupción de la Revolución Industrial y la producción en serie. El detalle es
que hoy la Historia corre con prisa hacia el desbarrancadero y bastan cinco años
para experimentar las transformaciones que antes tomaban un siglo.
No, ya no hay contrato social. Olvídate
del cuento de que somos necesarios y cada quien aportamos nuestro granito de
arena. Nada de eso mi buen: somos
divinamente prescindibles y acaso el mejor futuro posible será una suerte de
soma del bienestar, una droga perfecta con todos los efectos placenteros del
alcohol, el cristianismo y los opiáceos que te mantenga debidamente dopado
mientras recibes una beca por existir y finges que dedicas tu vida algo.
No, el suelo que pisamos no es firme. Es
una arena movediza, una escalera de plastilina. El tren bala de la Historia
pasará de largo por la última estación donde hemos quedado varados. La
inteligencia artificial nos dará una patada en el culo y la era de la
desigualdad biológica hará que el esclavismo en la Edad Antigua parezca un
chiste. Los que controlarán tu destino serán cyborgs amortales repletos de nano
chips, Homo Deus robotizados con cerebros infalibles mientras tú serás un
sapiens primitivo muriéndote de cáncer o diabetes a tus 70 años
Sí, ya somos el olvido que seremos, el
non plus ultra de lo obsoleto. Para los niños que nacerán dentro de 50 años
seremos el equivalente a neandertales.
Feliz Día del Trabajo.