Eterno Retorno

Saturday, May 06, 2023

Hay algo esencialmente esperpéntico en la coronación de un rey

 


Hay algo esencialmente esperpéntico en la coronación de un rey, una teatralización del ridículo absoluto. Toda liturgia de poder es por definición circense, pero en estos tiempos el cirquito en cuestión  tiene esencia de escupitajo en la cara, un vil insulto a la injuria. Para mí tiene el mismo valor de un ride de Disney, una puesta en escena de parque temático.

“La humanidad sólo será libre cuando el último rey sea ahorcado con las tripas del último sacerdote”. Lo siento si te resulto visceral y anacrónico, pero esa frase de Denis Diderot (o acaso del abate Jean Meslier) es uno mis mantras de vida. Yo soy pura esencia del Siglo de las Luces y creo que solo el regicidio y el deicidio nos liberan como humanidad. Solo un mundo sin dioses y sin reyes puede aspirar a ser un mundo libre.

Sí, ya hemos hecho nuestros esfuerzos por matar reyecitos, pero al final volvemos a las andadas monárquicas. Casi un siglo y medio antes de que los franceses inventaran su guillotina, los ingleses le cortaron la cabeza a su rey. Al primero de los Carlitos (Estuardo se apellidaba y era escocés)  lo decapitaron a hachazo vil en 1649. Como aún no creaban la eficientísima guillotina, el corte del cuello dependía del músculo y el buen pulso de un verdugo fortachón. Agárrate si el verdugo amanecía crudo el día de la ejecución.

Oliver Cromwell convirtió a Inglaterra en una mancomunidad republicana. Durante una década no hubo rey ni reina en Londres, pero Cromwell era esencialmente un mojigato. Lord Protector, devoto del providencialismo, se creía un enviado de dios pero la malaria no le perdonó la vida y la posteridad se le orinó encima. Su cuerpo podrido fue desenterrado y “ejecutado”, su cabeza exhibida y arrastrada en Westminister mientras los británicos restauraban la monarquía en 1660 con el segundo de los Carlitos, el hijo del descabezado, que se llevó de maravilla con el recién creado parlamento e inventó el jueguito de Whigs contra Torys para mantenerlos entretenidos. Desde entonces la monarquía inglesa se mantiene sin interrupciones y ahora el tercero de los Carlitos, yaciente en plena andropausia, vuelve a escenificar la añeja y lucrativa comedia.

El pueblo necesita tradiciones que le generen sentido de pertenencia e identidad, dicen y el Hola y las revistas del corazón necesitan fotos.  “God save the Queen cause tourists are money”, cantó Sex Pistols en el 77 y no le faltaba razón, pero Johnny Rotten se transformó en una ridícula tía gorda trumpista y ese brote que llamaban punk acabó siendo parte esencial del circo.

Ni modo, qué le vamos a hacer. Nos gusta el montaje y las celebradas tradiciones  incluyen mantras y rituales anacrónicos. Carlitos no solo es el rey de los británicos, sino el defensor de la fe, una suerte de sumo pontífice de la iglesia anglicana, esa religión de microondas creada a las prisas por Enrique VIII para poderse divorciar de Catalina y casarse por la ley divina con Ana Bolena para acto seguido aburrirse de ella y mandarla decapitar, así como el tercer Carlitos y Diana se aburrieron y se odiaron mutuamente, pero a falta de decapitación siempre habrá oportunos accidentes automovilísticos. El siempre puntual diosito anglicano salve a Camilia.

¿Y si a Carlitos le diera por proclamarse ateo o librepensador? ¿Se lo permite su papel de defensor de la fe? En la era del Homo Deus aún hay monarcas pontífices. Yorks, Plantagenets, Lancasters, Tudors, Windsors, all of them rotten to the core. Venga Carlitos, heredero del rey Arturo y la reina Ginebra que le hizo de chivo los tamales con Lancelot. No caerás en combate como Ricardo III (el último rey en morir en batalla) pero acaso eres tan feo y poco agraciado como él, pero no tienes un Shakespeare que se inspire en ti para una tragedia. Acaso la inteligencia artificial narre tu historia como ya lo ha hecho Netflix.

Y no colegas, no crean que no miro mi realidad y la cruz de mi mexicanísima parroquia. Cierto, por  estos rumbos tenochas a los reyes no les ha ido muy bien que digamos. A Moctezuma lo mató su pueblo a pedradas y a Iturbide y a Maximiliano los dejaron como coladeras en paredones republicanos, pero esa vocación regicida no nos ha impedido tener hartos presidentitos con complejo de reyezuelos que con todo y su aura de republicana democracia, no son más que merolicos de opereta jugando al monarca absoluto. Solo mira a tu alrededor

 

En fin. Faltan tripas de pontífices para ahorcar reyezuelos. No ha servido de mucho que digamos, pero nada perdemos con seguir intentándolo. Lo siento: este sábado amanecí un poco anarco.