Lo sui generis de Dubravka Ugrešić es que evadía el drama y el victimismo con un humor bizarro
Con tristeza me acabo de enterar de la repentina
muerte de Dubravka Ugrešić, una escritora croata a
la que descubrí en forma tardía hace
poco menos de un lustro.
He leído dos libros suyos - El Ministerio del Dolor y El Museo de la
Rendición Incondicional- y ambos me patearon fuerte. De una forma u otra me
parecieron el mismo libro, aunque el primero es una suerte de terapia grupal de
exiliados y el segundo una dispersa recolección de retazos de vidas rotas. Nada que ver con la trama lineal de una novela
típica. De hecho no estoy tan seguro de
que podamos llamar novela a los híbridos creados por Dubravka.
Por alguna razón a mí el tema balcánico siempre me
ha apasionado y puedo decir que entre los autores que he leído, nadie ha
retratado como Ugrešić el desgarro ontológico del exilio y el
desmembramiento interior de quienes vieron desmembrarse como un cuerpo leproso
aquel ente al que llamaban patria y que un día simplemente dejó de existir. De
hecho ella misma se presentaba como post-yugoslava y no como croata. No solo
fue el trauma de huir de una guerra que desangraba su tierra natal, sino el hecho de que el país que dejó atrás ya
no existe más.
Nació y creció en un país llamado Yugoslavia
al que los regionalismos radicales pulverizaron de un día para otro como quien
patea un castillo de arena. Sus
personajes van por el mundo llevando su vida entera y los pedazos de su alma
dentro de una mochila. Tal vez lo más sui generis de Dubravka Ugrešić es
que evadía el lugar común del drama y el victimismo con un humor por momentos
bizarro. Con una mirada no exenta de ironía, se dedicó a narrar tragicómicas
peripecias de la vida cotidiana de errabundos ex yugoslavos tratando de
reconstruir los pedazos de su vida en Ámsterdam o Berlín. Su humor es por
momentos bizarro porque según sus propias palabras, no quiere dejarse vencer
por el azufre de la nostalgia. Desde hace algunos años su nombre sonaba con
cierta fuerza en las quinielas del Nobel. Creo que le sobraban méritos para
recibirlo.