Comer, matar, fornicar, sobrevivir
War,
waaar, ¡WAAAARRR!!! ¿Te has puesto a pensar en la estructura de esa expresión?
No es ni siquiera una palabra. Es un alarido animal, un grito primario y
primitivo. Waaarrr. Escúchalo: un sonido ancestral, el rugido de una fiera a
punto de matar, el estertor final de un neandertal despellejado por una piedra
afilada. War. Una de las palabras más sencillas del idioma inglés en donde la A
puede alargarse indefinidamente y en donde la R final la refuerza y le da
carácter. War. Cualquiera puede pronunciarla y gritarla a placer aunque no
hables el idioma.
War
es una palabra ideal para ser pronunciada por un bebé. Acaso el chillido de un
lactante podría enunciarla: Waaaaaarr. Tal vez era tu manera de llamar a mamá
en las noches de cólico: Waaaarr. Si tu lengua materna hubiera sido el español
acaso te habrías tardado algunos años en poder pronunciar por vez primera la
palabra guerra, donde la fuerza de la erre requiere cuerdas vocales entrenadas,
pero war parece ser un sonido anterior al lenguaje. Miles de años antes de
improvisar un dialecto, el homo sapiens sabía guerrear. La guerra es mucho más
antigua que la palabra. Comer, matar, fornicar, sobrevivir. Por miles de años
no hicimos otra cosa. Una expresión como war debe emerger de esa oscura noche
de los tiempos.
Después
inventamos la poesía y lo primero que hicimos fue cantar a la guerra:
"Canta, oh musa, la cólera del pélida Aquiles; cólera funesta que causó
infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de
héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves". Gracias a la
Ilíada sabemos que hace más de tres milenios Troya fue masacrada como hoy lo
será Ucrania. La causa puede ser Helena, los gasoductos u orinar el poste como
macho Alfa para demostrar quién la tiene mas grande. No importa cuándo leas
esto: la guerra siempre está presente. Las Termópilas o Hiroshima, Salamina o
Stalingrado, Alesia o Donetsk. ¿War to end all wars? Desde hace algún tiempo
hemos soñado ilusamente con superar la guerra y dejarla atrás como una
antigualla primitiva, pero la guerra está encarnada en nuestra psique y en
nuestra sangre. Podríamos creer que la guerra suele estar lejos, en Siria o en
el Donbass, pero en nuestras tijuanenses calles también se pelea desde hace
mucho una guerra que nos arroja 2 mil muertos al año. Peleas por el petróleo,
el gas o por el control de una esquina para vender criko y chiva o por
demostrarle al mundo que tu dios es el más cabrón de todos y no se toca el
corazón. Da lo mismo. Podemos tener inteligencia artificial e instalarnos
nano-chips en las neuronas, pero igual me he resignado a que mientras viva
seguirá habiendo guerra y seguirá habiendo hambre, epidemias y dioses. Hay
vicios, lastres y karmas sin rehabilitación posible.