Los ucranianos no saben si mañana al despertar seguirán habitando en una nación soberana
Milan Kundera escribió que
el terrible drama de Europa central y del este durante buena parte del Siglo
XX, fue que sus habitantes se iban por la noche a dormir sin saber si su país
seguiría existiendo al día siguiente. Increíblemente los ucranianos siguen
viviendo esa pesadilla en 2022. Pobre Ucrania. Un país vapuleado y zarandeado
por la historia. Su lengua y su cultura han sufrido demasiado para mantenerse
en pie. Como tantas naciones del mundo moderno, Ucrania es un caleidoscopio
étnico. Cierto, hay casi un 30% de rusos que siguen hablando su idioma y cuyos
intereses dice representar Putin, pero también hay moldavos, búlgaros, judíos,
bielorrusos, tártaros, griegos, armenios, polacos, húngaros y alemanes, entre
otros. Sin embargo, la tierra ucraniana es la piedra fundacional del Imperio
Ruso, su innegable semilla, el arroyo del que brotó históricamente todo el mar
eslavo. Hace más de un milenio, cuando Moscú era una miserable aldea rural con
casuchas de madera y a San Petersburgo le faltaban más de cinco siglos para
brotar por capricho de Pedro el Grande en un helado lodazal en la desembocadura
del Nevá, el gran centro neurálgico de la cultura eslava estaba en el Rus de
Kiev. La actual capital de Ucrania es una ciudad muchísimo más antigua que las
urbes rusas, pues fue fundada allá por el año 482 y durante siglos fue el
eslabón que unía el Imperio Bizantino con el norte de Europa. Hace mil años, el
primer gran imperio eslavo de la historia, que abarcaba desde el Báltico
finlandés hasta el Mar Negro turco, surgió en tierra ucraniana. Kiev era la
capital de un imperio poderosísimo, semilla de donde después brotó la Rusia
zarista, aunque en aquel entonces faltaban 500 años para el surgimiento de Iván
El Terrible. ¿Vieron la serie Vikingos? Bueno, pues ahí aparece retratado el
Rus de Kiev, cuando el tremendo Ivar The Boneless es acogido en la corte del
Príncipe Oleg. Durante casi tres siglos, Kiev fue el corazón del primer gran
imperio eslavo que conoció el mundo. Cuando cayó Constantinopla, Kiev se quedó
como la santa sede de la Iglesia Ortodoxa, el gran centro cultural y religioso
del mundo eslavo. Ucrania significa muchísimo en la historia de Rusia. Vaya,
escritores del tamaño de Nikolái Gógol, Mijaíl Bulgákov, Anna Ajmátova y
Vladímir Korolenko nacieron en Ucrania. Claro, también en temas deportivos los
ucranianos han marcado la historia rusa. ¿Se acuerdan de la selección soviética
que vino a México 86 y jugó en Irapuato? Bueno, pues era prácticamente una
selección de Ucrania, pues aquel equipazo era el Dynamo de Kiev en pleno con
camisa roja de CCCP. Desde su histórico entrenador, el Coronel Valeri
Lobanovski, hasta el goleador Igor Belanov o figuras como Vasily Rats u Oleg
Blokhin eran ucranianos, pero hoy la FIFA prohíbe los partidos entre las
selecciones de Rusia y Ucrania por considerarlos de altísimo riesgo. El mal
detalle es que los rusos no han sido precisamente amables con su semilla
fundacional. Digamos que desde los zares hasta Stalin hicieron lo imposible por
erradicar la lengua ucraniana. En la década de los veinte, cuando la República
Popular de Ucrania fue anexionada a la fuerza a la naciente URSS, la
colectivización stalinista condenó a los ucranianos a una hambruna que costó
más de cuatro millones de vidas y derivó en episodios de canibalismo y suicidios
en masa. Un siglo después el teatro del horror revive con nuevos rostros. En la
geopolítica mundial, Putin es el macho alfa meando los postes del antiguo feudo
soviético, tronando el chicote con sus tanques en la frontera para que Ucrania
no cometa el pecado de unirse a la OTAN y europeizarse, sabiendo que Biden es
débil y la Unión Europea pusilánime. Para el moderno Zar de todas las Rusias,
anexionarse Ucrania representaría una declaración de principios y una
reivindicación histórica espiritual. El diálogo diplomático con el Kremlin ha
sido oficialmente cancelado y ahora los ucranianos no saben si mañana al
despertar seguirán habitando en una nación soberana. Retorno,
eterno retorno.