Buen viaje Roberto Calasso. Cadmo y Harmonía te aguardan en el banquete.
A veces creo que Roberto Calasso es un prófugo del ágora
ateniense, una suerte de renacentista iluminado exiliado a nuestra época. Hizo
de la edición una de las bellas artes, pero no conforme con ello fue sublime
como ensayista. En este mundo es muy raro que un editor fuera de serie pueda
ser también un escritor descomunal. Calasso fue el fundador de dos universos de
palabras: las escritas por los cientos de escritores a los que editó y las
escritas por su pluma. Fue el auténtico ajolote prosístico, el sabio insaciable
que no habría parado de editar y escribir libros. Tienes razón Roberto: los
griegos nunca consideraron a la locura una patología sino una suerte de
posesión divina, una vertiente de conocimiento y una posibilidad de felicidad.
Creo que tú eras un poseído por esa forma de arrebato o perpetuo enamoramiento
por la sabiduría, un comensal de aquella última cena, cuando los dioses del
Olimpo se sentaron a libar con los mortales. Una de las pruebas más duras a las
que he sido sometido en mis años de vagancia libresca fue en la Feria de
Guadalajara de 2016. Exactamente a la misma hora que me tocaba presentar
Dispárenme como a Blancornelas en el piso de arriba era el homenaje a Roberto
Calasso en el salón principal. Confieso que estuve a punto de faltar a mi
propia presentación. Hoy despierto con la noticia de su partida. En el azar, en
el desafío, en la astucia, en el arte. Buen viaje Roberto Calasso. Cadmo y
Harmonía te aguardan en el banquete.