Mi primera noción sobre la existencia de un Mundo Antiguo donde había romanos, galos, griegos, visigodos y egipcios se la debo a Astérix. Gracias a esta historieta conocí a Julio César y a Cleopatra y supe de un tiempo en que había gladiadores, legionarios, druidas, bardos, dólmenes y menhires y una ciudad llamada Lutecia que se transformaría París, un puerto llamado Massilia que después sería Marsella, un Coliseo con leones y bosques repletos de jabalíes y bandoleros. Mi feliz infancia le debe mucho al guionista René Goscinny y al dibujante Albert Uderzo, una dupla simplemente genial. Los 24 libros originales, desde Astérix el Galo a Astérix en Bélgica, son insuperables. Antes de los nueve años de edad logré reunirlos todos, en una época en que las revisterías de Monterrey estaban muy mal surtidas. Costaban 99 viejos pesos, una fortuna para un niño en 1982, y cada que alguien viajaba al DF no dudaba en encargarle un número. Goscinny murió en 1977, a los 51 años de edad. Uderzo improvisó como guionista, pero no logró el toque de erudita ironía de su fallecido compañero, si bien algunos de los ejemplares de la nueva generación, como La gran Sanja, son buenísimos. Hoy murió Uderzo y yo reparo en lo mucho que quiero al par de guerreros galos paridos por su pincel.
Tuesday, March 24, 2020
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