Entreveros de la rivera platense
Nacieron ambos como clubes de la orilla. Aunque proclamen desde 1913 su íntima enemistad, la realidad es que los dos emergieron de un río cenagoso y contaminado. El río por donde navegaron Pedro de Mendoza y Juan de Garay en el Siglo XVI y un montón de furtivas embarcaciones cargadas de hambrientos tránsfugas y caza-fortunas que arribaron al granero austral hace poco más de un siglo. Boca, de estirpe mayoritariamente genovesa, debe sus colores a un aleatorio barco de bandera sueca y River a una cinta roja de seda robada en un carnaval (aunque hay quien habla de la Cruz de San Jorge). Boca está mi boca de mujer en la Casa Desaparecida de Fito Páez y el banderín de River Plate adorna la nave del Capitán Beto, creada por el Flaco Spinetta. Pese a su calidad de producto turístico y a la invasión de gringos y japoneses en sus tribunas, este juego conserva la estirpe de sudores mártires y puño cerrado. Jarcor puro a precios que un hincha villero ya no puede pagar . A veces pienso que ir a la cancha de Boca o de River es algo tan auténticamente barrial como un tango show en el Sheraton con cena gourmet de cinco tiempos. Bosteros y Gallinas forman parte del paquete que se le ofrece a todo turista rico. He visitado ambos estadios (tres veces la Bombonera, una vez el Monumental) y la realidad es que encuentro más autenticidad en canchas como la del Rojo de Avellaneda, el Bicho de la Paternal o el Tigre de Victoria. Con todo, es un clásico con mucha más sangre en las venas que un Madrid vs Barcelona, que parece más un juego de Play Station. El lugar común es pensar que River es fifí y Boca es chairo, pero Mauricio Macri, máxima encarnación del neocapitalismo, es bostero, mientras que Kike Ferrari, el más bolchevique de los narradores argentinos contemporáneos, es millonario, así que los estereotipos se rompen. Creí que el terror a la derrota sería mayor a la ambición de ganar, pero el partido tuvo momentos muy buenos sin llegar a ser excelso. Podría decir que River pudo y no quiso y Boca quiso y no pudo, sin embargo una corazonada me dice que a las gallinas en el Monumental les puede pasar lo que a las rayaditas regias en el gigante de acero en la apoteótica final del 10 de diciembre. Por lo pronto creo que el soundtrack de este domingo es La argentinidad al palo de la Versuit.