Eterno Retorno

Tuesday, October 23, 2018

Los Mochis, 15 de noviembre de 2013

Cae la tarde sobre la Plazuela 27 de Septiembre en Los Mochis a cuya feria del libro he sido invitado. Hace tres años he dejado de reportear para apostar por un proyecto de escritura de largo aliento y hoy he venido al Valle del Fuerte a presentar un libro. Aguardo la llegada del periodista que me acompañará a presentar mi libro, quien viene viajando por carretera desde Culiacán. Es un colega cuyo trabajo conozco y admiro y a quien hasta esa tarde nunca he tenido la oportunidad de saludar en persona. Mi presentador hace su arribo. Lleva una camisa de cuadros verdes y blancos, luce una barba de candado entrecana y lentes. Su sonrisa es franca, desinhibida, brutalmente honesta. -“Qué onda bato, está chingón tu libro”, me saluda el recién llegado quien se llama Javier Valdez Cárdenas y es fundador del semanario Ríodoce. Hay veladas destinadas a no olvidarse y la de Mochis es una de ellas. Gran conversador, con un don natural para contar historias, bohemio y dicharachero como él solo, Javier nos hechiza a todos. Nos acompañan los escritores Yuri Herrera y Antonio Ramos Revillas. La charla y las cervezas son un río que no deja de fluir. Exactamente un año después vuelvo a coincidir con Javier, ahora en Baja California Sur. Él acude a presentar su nuevo libro, Con una granada en la boca. El Instituto Sudcaliforniano de Cultura nos organiza una charla sobre periodismo y violencia en el quiosco del Jardín Velasco en el centro de La Paz. Es un acto espontáneo, sin protocolo, con auténtica vocación de ágora en donde decenas de paceños levantan la mano para expresarse. Son tiempos hostiles para el periodismo y los colegas reporteros mueren por decenas. La noticia del asesinato de un periodista entra a formar parte del redundante teatro del horror nacional. En los tiempos en que mataron a Manuel Buendía o al Gato Félix la noticia de la muerte de un colega indignaba al país. Hoy ya ni siquiera molesta o sorprende y está condenada a ser nota de interiores. Al escucharlo conversar no puedo menos que admirar la fortaleza de Javier y su vocación de reportero partisano, su aferrado compromiso con el oficio, pero sobre todo su sencillez tan norteña, su trato tan franco. Ha caído la noche en La Paz y la charla ha sido como la brisa del Mar de Cortés.