En el origen mismo de Monterrey yacen encarnados los horrores de la intolerancia religiosa. La familia de Luis Carvajal y de la Cueva, fundador del Nuevo Reino de León, sufrió junto con su familia la persecución del Santo Oficio. Naturales de Mogadouro, Portugal, los Carvajal eran judíos conversos. La madre y las hermanas de Carvajal conocieron la tortura en el potro y después la hoguera. Leer las actas y los testimonios del auto de fe en el Libro Rojo de Vicente Riva Palacio es algo escalofriante.
Monterrey siempre ha hecho gala de su intolerancia y su cerrazón, pero con brutal honestidad creí imposible que en pleno 2018 pudiera censurarse un concierto de black metal por la presión y las firmas de varios miles de familias cristianas, quienes consideran que la banda sueca Marduk viene a blasfemar y a insultar a dios en la ciudad. El alcalde Adrián de la Garza cedió a la presión y el concierto se canceló. Más allá de mis filias por el black-death metal (algunos encontramos poesía en la blasfemia) me pregunto por esos 65 mil cristianos que exigieron el veto del concierto en change org. ¿Quiénes son esos 65 mil corderitos temerosos de su dios? Lo único que sé, es que esos 65 mil cristianos me aterran mucho más y me parecen infinitamente más nocivos y peligrosos que los 100 o 150 metaleros que habrían ido al concierto de Marduk. Esos 65 mil cristianos que hoy se regocijan por haber bloqueado una expresión artística, son idénticos a quienes exigían hoguera para la bruja; los mismos que se regocijarían viendo arder herejes, deleitándose con el hedor de la carne quemada; los mismos que serían felices enviando a la horca a pobres mujeres de Salem. Los mismos que quieren destruir todo aquello que es diferente y les aterra. Los mismos que quemarían a Copérnico y a Galileo. Pasan los siglos y su espíritu es idéntico en su morbidez. Entro a la página de un ridículo pastor evangélico llamado Servando Suaste, militante del PES y leo a sus seguidores, perorando sus alabanzas y sus aleluyas por haber suspendido una humilde tocada de rock. Imagino sus oscuras y tristes vidas, aferradas a sus biblias como quien se aferra a una droga barata. Los veo, llenos de ignorancia y sobre todo de miedo, de un profundo miedo, cerrados como ostras, repitiendo como merolicos enfermos sus versículos bíblicos. Desde que el PES obtuvo su registro me la he pasado advirtiendo sobre el gran retroceso para el estado laico que representa el empoderamiento de las sectas evangélicas. Véanse en el espejo de Brasil, donde la basura evangelista fue el gran sostén de un monstruo como Bolsonaro. Véanse en el espejo de Estados Unidos, donde el cinturón bíblico del medio oeste es el gran soporte de Trump. Lo que me aterra no es la cancelación de una pobre tocada metalera, sino la omnipresencia de esa masa oscurantista e ignorante que se regocijaría enviando a la hoguera a gente como yo.
Saturday, October 13, 2018
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