Eterno Retorno

Wednesday, August 29, 2018

La soñada inmortalidad de López

Ningún ser humano tiene el control de su posteridad y de la forma en que la historia juzgará su legado. El futuro suele sacar ases bajo la manga y jugar bromas pesadas. Aquellos caudillos y líderes políticos que se obsesionaron con sus propios monumentos acabaron exiliados del gran pandemonio de los héroes. Iturbide y Santa Anna se creyeron napoleones y hoy no tienen una triste calle que los evoque. Porfirio Díaz, que en vida llegó a ver ciudades bautizadas con su nombre, tenía argumentos de sobra para creer que se eternizaría en el Olimpo como el mayor estadista de la historia mexicana, pero la baraja de la posteridad lo puso injustamente en el lado de los proscritos. Si damos un salto a tiempos más recientes, podemos ver a Vicente Fox sentado en los cuernos de la luna en julio del 2000, cuando sin duda se imaginó a sí mismo inmortalizado al nivel de un Francisco I. Madero por haber sido el líder capaz de acabar con 70 años de priismo, aunque menos de dos décadas después se haya convertido en una patética caricatura de sí mismo y no haya ya nadie que lo tomé en serio. En un nivel más regional, Jaime Rodríguez El Bronco llegó a decirme en entrevista “pase lo que pase yo ya soy eterno”, sin contar con que tiraría a la basura su capital político en tiempo récord y que tres años después sería considerado una suerte de mal comediante. Creo que no hay un personaje del México contemporáneo que esté tan obsesionado con su posteridad como Andrés Manuel López Obrador. El tabasqueño no quiere ser un presidente más con un sexenio discreto y cumplidor como el de Miguel de la Madrid o Ruiz Cortinez. Basta verlo y escucharlo para darnos cuenta que su deseo es trascender a un nivel de apoteosis. López no quiere estar en la lista de los presidentes mexicanos, sino en el Olimpo de los héroes donde moran Juárez, Hidalgo, Zapata y Morelos. Es evidente que se siente tocado e iluminado por una suerte de divinidad, marcado por un irrenunciable destino histórico. La mala noticia para él es que ni los 30 millones de votos cosechados el pasado 1 de julio ni el nivel de idolatría y adoracion que le profesan sus fanáticos, bastarán para asegurar su inmortalidad en el gran Partenón de las deidades. Sé bien que es muy cruel lo que voy a escribir, pero la única forma en que López aseguraría su inmortalidad como prócer impoluto, sería muriendo en este año, poco antes de asumir el poder o recién asumiéndolo. El punto más alto de su biografía es hoy; aquí y ahora. A partir del 1 de diciembre comenzará irremediablemente la merma y la caída. Ningún líder político es inmune al desgaste del poder, pero las expectativas creadas por López son tan elevadas, que ello mismo hará más drástica la inevitable decepción. Claro, habrá millones de adoradores que ajenos a cualquier juicio racional seguirán postrados ante él, pero el principio del fin de la luna de miel ya es palpable incluso ahora. Por supuesto, puedo fallar en mis pronósticos, pero creo que la única posibilidad de que Andrés Manuel trascienda históricamente al divino nivel que sueña, sería que su fecha de defunción fuera 2018. El mejor gobierno posible es el que pudo haber sido, la idílica república amorosa que quedó en un sueño, el gobierno del pueblo bueno que estuvo a punto de materializarse y la muerte interrumpió. Como la novia que muere bellísima en pleno viaje de bodas. Todo lo demás será corrosión