La mirada del pordiosero es universal y atemporal. La expresión de su rostro no se ha modificado a través de los siglos. La mirada del pordiosero en Babilonia es la misma del pordiosero de la Francia de los luises o los cruceros de Tijuana en la era Trump. Su mirada pertenece a esa galería de estertores y contracciones que nos hermanan (pero de eso se hablará más adelante). Hoy quiero referirme al complejo de culpa o la certidumbre de que el embrión de cualquier idea socialista nace del contacto visual con un derrumbe humano y la fatal sospecha (o acaso sea certidumbre) que tú podrías ser él.
Al hacer contacto visual, sientes por un segundo lo mismo que sintió Rousseau, Saint Simon, Marx, Jesucristo o cualquier personaje histórico capaz de ofenderse con lo descarado de la injusticia y piensas que el destino o el azar son unos verdaderos hijos de puta, que la desigualdad a veces es exhibicionista y danza con desparpajo y piensas en los pasteles de María Antonieta y en que de todos los pecados, la gula suele uno de los más burdos, soeces y ofensivos. El complejo de culpa es mucho peor si en el cuadro aparece un pequeño. Un niño en la calle siempre punza con espina de maguey algún rincón de eso que llamamos alma y acaso por un instante, entiendes el espíritu de mil y un revoluciones, e imaginas tomas de la Bastilla y asaltos al Palacio de Invierno, pero el semáforo ya está en verde y tú, que has hecho lo posible por evitar el contacto visual, pisas el acelerador y enfilas rumbo a la avenida Internacional y el torrente de tu vida sigue y sigue...
Monday, August 13, 2018
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