Eterno Retorno

Friday, July 27, 2018

Tratar de atrapar los sueños como quien atrapa un colibrí en pleno vuelo, una burbuja en el aire, el destello de una aleta de cetáceo irrumpiendo en el Pacífico. Intentar asir al pájaro, aunque en mis manos queden tan solo algunas plumas empapadas. Mi agujerada e infructuosa red de cazador de criaturas oníricas, mi vano esfuerzo de cada amanecer. Sostener en un puño la arena aún mojada del subconsciente, tratar de caminar por el litoral que hasta hace unos minutos estuvo cubierto por un océano alucinante. Desde hace años mantengo un archivo al que intento alimentar con los vestigios de mis sueños. Es casi un ejercicio de arado en el mar, el aferre por llenar de agua una canasta de mimbre, pero algo he conseguido. Hasta ahora solo dos sueños se han podido transformar en un cuento publicado: Saurio sangrante y Muerte accidental de un pasquinero. Lo demás es ceremonia del caos, engendros intentando disfrazarse de poesía surrealista. La obsesión de ser soñado… o soñar el sueño de otro… o soñarse a uno mismo soñando. Ya Borges y Tabucchi horadaron en oníricos reinos ajenos y Fogwill, Sergio Acuario, Leiris y tantísimos más han tratado de forma literaria a los suyos. La tentación es grande pero el ejercicio es casi siempre infructuoso. Es inevitable pensar por un momento que Morfeo es el gran creador literario, que te da tres vueltas y es capaz de hacer lo que tú nunca podrás. Tampoco es fácil pensar resistirse la idea de ser el sueño de otro. Por ahora me queda por herencia el recuerdo de esas habitaciones donde solamente pasamos una noche de nuestras vidas. La última de París (en las cercanías de La Bastilla), el depa de Coimbra y el desván de Lisboa fueron alucinantes, pero los sueños que irrumpieron en aquellos sitios yacen en una región límbica. Cada sombra se iba desvaneciendo hacia el punto de fuga mientras yo sentía diluirme en la levedad inmaterial y en ese dulce guiño del absurdo que de pronto nos arroja una intuición: todo esto es un sueño. Así me siento desde aquellas noches y desde entonces hay una certeza que no me abandona: tú, al igual que yo, estás soñando este instante, pero no nos basta con despertar. Somos el sueño de otro. Alguien más nos sueña, pero ese alguien ya no despierta (Daxdalia dixit)