Así como existe un dios de la lluvia y del trueno, de la tierra y la fertilidad, yo proclamo la existencia del dios (o acaso sea el demonio) del primer café del día. En el negrísimo y humeante potaje que bebes cuando las sombras de la madrugada aún cubren la sala, habita un duende, un cheneque o un espíritu terriblemente fértil capaz de desparramar sobre tu cabeza las más alucinadas ideas. Cuidado: ese elixir está embrujado. Algo sé de esas cosas. También he sabido que sólo en el amanecer te puedes sentir perfectamente extraño. Por eso me gusta rondar este límbico territorio. He bebido el primer café de marzo e intuyo que no lo habita un cheneque sino la mismísima Liebre Loca. Marzo ya está entre nosotros. Cuídense de las Idus.
Friday, March 02, 2018
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