Alfredo Killer de Coyotes del Neza conduce un cacharro calafiero que abordo afuera de una piojosa universidad en la Zona Este con la esperanza de llegar a tiempo a la clase que imparto en otro plantel. Llevo conmigo un fardo de librajos mastodonte estilo colección Toledo en Banamex y alguna joyiya kafkiana en Acantilado, descendiendo por una escaleras en pendiente de 90 grados, una verticalidad asesina capaz de hacer caer mis libros y hacer me caer a mí delante de un petulante millenial que se regodeaba en su indiferencia mientras yo intentaba levantarme y seguir libre ya del fardo mastodonte, perdido o robado. Buscaba desesperado mi botín perdido pero debía irme y tomar mi calafia. Almafuerte me acompaña a la calle y el camionero Killer irrumpe con su pelambre a lo mullet ochentero. Una horda de barristas de Veracruz exiliados de Chiapas irrumpen en el cacharro y una gorda irreverente con su camiseta de roja tiburona se sienta en mis adoloridas piernas y por momentos siento que mi Lenovo y mis correrías oníricas están tan jodidas como mi cuerpo.
Monday, March 05, 2018
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