Ibargüengoitia vs Fuentes
La posteridad suele ser cabrona y caprichosa. Muy a menudo es una hija de la chingada, pero algunas veces (muy pocas) puede llegar a ser una dama justa. Ningún creador, ni siquiera el más alabado de su tiempo, puede tener control o potestad sobre la forma en que será leído después de su muerte. Basta dar este día un breve paseo por las redes para concluir que la posteridad ha sido noble con Jorge Ibargüengoitia. Los escritores de mi generación se proclaman sus admiradores y el mainstream hipster lo cita siempre como una influencia. No tengo datos para sostenerlo, pero me parece que se habla más de Ibargüengoitia hoy que hace 15 años o al menos veo más escritores setenteros proclamándose sus devotos. En algunos de ellos la influencia es inocultable, como es el caso de Juan Pablo Villalobos, posiblemente el heredero más directo, o al menos el que de manera más obvia rinde un homenaje a su obra. Aunque creo que aún es poco conocido fuera de México, Ibargüengoitia sí es profeta en su tierra y sus libros parecen muy vigentes a la hora de leer e interpretar el país actual. Ahora viene la odiosa comparación con un escritor que también nació en 1928 y cuya posteridad empieza a tornarse adversa. Me refiero a Carlos Fuentes. Cuando yo era adolescente, Fuentes era el autor ineludible que “debías leer” mientras que Ibargüengoitia era una vaga referencia, un simpático escritor satírico que se había muerto en un avionazo. Aparte de nacer en 1928, este par dispar comparte algunas coincidencias: ambos fueron alumnos preparatorianos del CUM y ambos publicaron en la Serie del Volador de Joaquín Mortiz. Jorge le dedicó algunos guiños socarrones a Carlos en La ley de Herodes, mientras Carlos ignoró olímpicamente a Jorge en su “canónico” ensayo La gran novela latinoamericana (en donde sí alaba a Aguilar Camín, a todo el “crack” y hasta a Javier Velasco). Lo interesante es que a diferencia de lo que sucede con Ibargüengoitia, hoy no hay escritores setenteros u ochenteros que citen a Fuentes como una influencia determinante o que rindan culto a su legado. Salvo Jorge Volpi en sus inicios, nadie le da bola hoy en día. Para los setenteros no es nada “cool” decir que lees a Fuentes. Lo políticamente correcto es decir que leíste Aura o La región más transparente en tu temprana juventud, pero que todo lo demás fue de hueva. Es cierto: Carlos Fuentes envejeció muy mal con no pocas novelas bodrio e Ibargüengoitia pudo consumar la obra de arte de morir a tiempo sin haber publicado ni un solo libro prescindible (aunque a diferencia de Bolaño, en el guanajuatense no fue determinante su muerte prematura para asegurar su noble posteridad). Fuentes fue el solemne, el político, el galán, el mamón e Ibargüengoitia el simpático, el buen amigo, el que no se tomaba tan en serio. ¿Quién manda sobre la posteridad? Por lo pronto, va a ser muy interesante ver a Fuentes contra Ibargüengoitia en el 2028, cuando el centenario haga ahora sí ineludible el odiosísimo frente a frente.