Eterno Retorno

Sunday, December 24, 2017

Por ahora lo único atípico es la sequedad del viento. No recuerdo haber llegado a las cercanías de la Navidad con la condición Santa Ana como ama y señora de nuestros días. El diciembre bajacaliforniano solía traer consigo cielos oscuros y horizontes heraldos de las primeras lluvias, pero hoy la humedad se ha transformado en nostalgia y narrativa de ficción. El aliento de los demonios sienta sus reales y deja la región sembrada por fuegos repentinos en baldíos y zacatales que de un momento a otro se transforman en columnas de humo capaces de cubrir el cielo. Todo el entorno huele a quemado y el cantar del ventarrón viene cargado de presagios. Fuera de los Vientos de Santa Ana, todo parece ser idéntico a sí mismo. El espíritu de diciembre nos recuerda que el Eterno Retorno existe, que todo es cíclico y que si bien no podemos hablar de círculos perfectos, es innegable que vivimos inmersos en una espiral. La esencia navideña lo impregna todo y contagia el ánimo. Aún los más radicales émulos del Grinch y los ateos como yo nos contagiamos de ella. Diciembre es una válvula necesaria para la psique social. Más allá de debatir si su origen es cristiano o pagano, si celebramos el nacimiento de Jesús en Belén o el triunfo del Sol Invicto romano, lo cierto es que estos rituales capaces de impregnar la atmósfera entera son los que dan sentido al engranaje humano. Por un momento podemos generar en nuestra mente una dosis de narrativa de ficción sobre nosotros mismos y nuestro entorno y creernos que en realidad no somos tan desalmados y la vida no es tan perra. Que el cariño le gana a la malquerencia y que en el mundo hay más nobleza que maldad. Olvidaremos a los más de mil 500 homicidios que pintaron las calles de Tijuana y las maltrechas economías tendrán un instante de anestesia. El “beben y beben y vuelven a beber” de Los peces en el río se transforma para muchos en una manda. Los supermercados multiplican sus ventas de alcohol y nosotros bebemos, comemos, abrazamos, esparcimos buenos deseos a medias sinceros y tratamos de olvidar por un instante el helado baldazo de enero que nos aguarda a la vuelta de la esquina, con su cuesta y su cruda.