A veces un mensaje o un símbolo son la semilla de la narración. Durante un periodo particularmente violento de la historia de Tijuana, la mafia solía mandar coronas fúnebres a las casas de las personas que iban a ser ejecutadas: policías, abogados o simples soplones recibieron flores antes de morir lo que inspiró mi relato Corona de muerto, en donde un apocado juez municipal auxiliar encuentra un arreglo funerario con su nombre en la puerta de su casa.
Todo el entorno laboral del pobre juez lo sabe condenado a muerte y a nadie siquiera le pasa por la cabeza que pueda sobrevivir. La única duda es cuándo y cómo morirá. Guardando la abismal proporción debo admitir que Crónica de una muerte anunciada de García Márquez y El proceso de Kafka fueron mis guías espirituales para conformar la escritura de ese relato que al final se pintó de negro profundo.
¿De dónde vienen las ideas? De los lugares menos pensados. El centro neurálgico de mi relato Muerte accidental de un pasquinero lo soñé con mórbida claridad. En mi sueño, yo investigaba la extraña muerte de un viejo gacetillero sonorense cuya biografía estaba escribiendo, aunque a la hora de narrar su final ocultaba deliberadamente una verdad que sólo yo poseía. Al despertar supe que escribir esa historia era una manda. Nunca antes ni después he vuelto a tener un sueño así en donde un relato me es revelado. Si tuviera sueños así más a menudo ya habría publicado más novelas que Mankell.
Wednesday, November 15, 2017
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