Las posibles variantes de nuestra vida dentro de un entorno realista son infinitas como los movimientos de ajedrez.
La galería de nuestros posibles pasados es eterna. Hay quien se aferra a la predestinación, a imaginar un camino de tragedia griega en donde no hay voluntad ni rebelión apóstata capaz de mover una hoja del árbol si ello contradice la voluntad divina.
La deidad titiritera que maneja los hilos de la predestinación es terca, caprichosa e inflexible y no admite otro destino para sus personajes. Deicida como soy, deposito mi fe en los siempre absurdos designios de la aleatoriedad. El dios azar ni siquiera es solemne o grandilocuente como el de la predestinación, aunque es igualmente caprichoso y no suele estar peleado con el ridículo y el humor negro. Sus tramas las va construyendo con movimientos a menudo imperceptibles solo para hacernos ver que no hay decisiones insignificantes y que el más mínimo movimiento decide el desenlace.
"No creo –es decir no quiero creer- en la muerte definitiva e irrevocable de ninguno de nuestros yos posibles", afirma Unamuno. Al acecho yacen los futuros que seremos o los ex futuros que día a día dejamos abandonados. No cabe duda: escribir es ser otro. Hay una suerte de esquizofrenia en el vicio escritural.
Monday, August 01, 2016
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