Cuando lo que nos convoca y nos reúne en un espacio público son los libros, yo irremediablemente me siento entre cómplices. Al final de cuentas es la fiesta de los lectores y yo ahí estoy en mi elemento. A las ferias suelo ir primordialmente a pepenar libros (y vaya que he pepenado en demasía en esta ocasión) pero también a encontrar y reencontrar amigos, a convivir, charlar y compartir con gente a la que me siento unido por el solo hecho de ser lectores. La Feria del Libro de Tijuana terminó el domingo 22 de mayo y no sé si sea mi personalísima percepción, pero siento que ha sido una de las mejores que hemos vivido. Bien organizada, con un programa variado, tanto en lo literario, lo artístico y lo gastronómico, con interesantes alternativas de talleres para niños y jóvenes y, - lo que fue evidente e inocultable- con muchísima gente en la explanada y no poca comprando libros. Con todo, creo que lo mejor fue la buena vibra, algo que simplemente no puede maquillarse. Si el buen ambiente existe simplemente se vive y se respira y la verdad es que la semana pasada hasta la Bola del Imax parecía una cara sonriente. Particularmente emotivo el merecido homenaje a un creador literario de la estatura intelectual de Jorge Ruiz Dueñas, como emotivo fue ver la sala Federico Campbell abarrotada por segundo año consecutivo para recibir a Benito Taibo a quien volví a presentar. En lo personal, me encantó platicar de nuevo con Élmer Mendoza, un narrador con quien ya me ha tocado coincidir en otros eventos y quien tuvo el gran detalle de prologar mi libro El lobo en su hora. Por lo que a lecturas respecta, debo decir que para mí el mejor libro de esta primavera fue sin duda Huesos de San Lorenzo, del lagunero Vicente Alfonso, a quien tuve el honor de acompañar en su presentación, una novela que lo confirma como un armador de rompecabezas de alta escuela. Fue grato poder recibir en Tijuana por vez primera a Liliana Blum y su novela Pandora, quizá el mayor best seller de TusQuets en el último año, como grato fue poder dar el banderazo de salida a Parecía que la empujaba el viento, la sui generis y excéntrica novela de Juan José Luna. Me dio gusto poder convivir con colegas a los que aprecio como Martín Solares, Jorge Ortega y Eduardo Antonio Parra y poder conocer a Sergio González Rodríguez.
El Centro Cultural Tijuana reporta más de 100 mil asistentes, una cifra más que respetable. He acudido y participado en ferias tijuanenses celebradas en Palacio Municipal, en Plaza Río, en la Avenida Revolución y tras 17 años de vagancia libresca en la ciudad, solo puedo concluir que el Cecut es por mucho su mejor ubicación posible. No hay en Tijuana un mejor espacio para celebrar esta fiesta bibliófila. En teoría yo debería tener razones para sentirme bastante triste, pues mi novela Vientos de Santa Ana no alcanzó a llegar a la feria, pero el goce de la vagancia libresca ya nadie me lo quita.
Friday, May 27, 2016
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