Y de repente el deseo, de entrada tímido, disimulado, haciéndose un lugarcito en el torrente del pensamiento, como si le apenara revelar que de un momento a otro él será el torrente entero, aunque por ahora está aquí, como un pájaro de plumaje discreto, como una mirada baja. El deseo entrando de puntitas, como una sugerencia o un vestigio, polvo de un lodazal sin adjetivos, polvo nada más.
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